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GEES

Matándose civilizadamente

Quienes ven en Tel Aviv la mano que alimenta las disensiones palestinas debería tener presente que un escenario de caos continuado sólo puede ir en detrimento de la seguridad de Israel.

En árabe hay una gran diferencia entre tahdiya y hudna. Lo primero se emplea como alto táctico en el camino; lo segundo, como nuestra acepción de armisticio. Lo que se acordó entre Abu Mazen y el líder de Hamas Haniyeh no fue tanto un alto el fuego estable como una pausa en su enfrentamiento. Que hayan continuado los choques armados desde entonces no es, pues, nada extraño.

Los analistas occidentales, apegados a culpar de todo a Israel y salvar siempre, por el contrario, a los palestinos, achacan la violencia civil entre las facciones palestinas a la crisis económica derivada de las sanciones internacionales tras los resultados electorales de enero pasado con la consiguiente victoria de Hamas en Gaza.

No hay nada de extraño en esta explicación. Sufriendo del síndrome de Estocolmo, lo normal es culparnos a nosotros mismos de todos los males del mundo árabe. ¿No es así como piensan ellos? Y, sin embargo, las luchas, la contenida guerra civil palestina tienen que ver mucho más con la crisis de poder que se abrió con el ascenso de Hamas y su negativa a formar un gobierno de unidad nacional junto con las fuerzas de la tradicional Al Fatah. Es un problema institucional, no económico.

El problema se complica, en cualquier caso, porque ninguno de los dos bandos es homogéneo. Ni mucho menos. La autoridad de Abu Mazen en Al Fatah es más que discutida. Por un lado están los prisioneros en las cárceles israelíes, aglutinados por la figura de Burghati, quien sigue haciendo llamamientos a la unidad con Hamas bajo un solo mando militar con el objetivo de atacar mejor a Israel; por otro, están los cabecillas de la guardia tunecina del finalmente desaparecido Arafat, molestos con los jóvenes lideres de Ramala y descontentos con Abu Mazen por los giros de éste hacia unos y otros a su conveniencia.

Por su lado, Hamas está dividido profundamente por primera vez en su historia reciente. Sus dos facciones las lideran el primer ministro Ismail Haniyeh, a quien se le ha pillado con los famosos maletines repletos con el gracioso donativo del mundo fundamentalista a su causa, y el representante de Hamas en Damasco, Khalid Mashaal. Mientras que el primero quiere saborear los lujos de estar sentado en el gobierno palestino mientras pueda, el segundo favorece una lucha sin cuartel con Israel.

Quien salga vencedor o reforzado de estas luchas intestinas será de vital importancia para poder plantearse el dialogo con un interlocutor válido en el lado palestino. Quienes ven en Tel Aviv la mano que alimenta las disensiones palestinas debería tener presente que un escenario de caos continuado sólo puede ir en detrimento de la seguridad de Israel.

Abu Mazen se inclina por disolver el gobierno y convocar elecciones legislativas en cuanto formalmente pueda. No sabemos con qué análisis electorales cuenta en su poder, pero el apoyo a Hamas puede que no se haya evaporado tan rápido como para garantizar una victoria de las fuerzas tradicionales de Al Fatah. Nuestro pronóstico: que Hamas vence claramente en Gaza, pero Al Fatah lo hará en Cisjordania. No un Estado palestino sino dos.

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