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Enrique Dans

La conquista del sofá

La época de la televisión como medio unidireccional y limitado ha llegado a su fin. La necesidad de tener diferentes salidas, unas para televisión y otras para datos en Internet, también ha terminado.

Va a ser, sin duda, una de las batallas más interesantes de este año que empieza, y así lo están demostrando los dos últimos grandes eventos que han tenido lugar en la industria de las tecnologías, el Consumer Electronics Show (CES) de Las Vegas, desde donde escribo esta columna, y la MacWorld Conference & Expo de San Francisco. Hablamos de la batalla por la conquista de uno de los lugares más estratégicos de la casa: el salón, salita o sala de estar. Una lucha en la que se definen los ingresos de muchas compañías y la forma de consumir información y entretenimiento de millones de personas, que desde hace años, salvo excepciones crecientes pero aún poco arraigadas, permanecían fieles a una mística determinada: la adoración del tubo catódico.

Diariamente, millones de personas organizaban una parte significativa de su vida en torno a un mismo ritual: se dejaban caer en sofás, butacas y sillones, estratégicamente dispuestos en torno a ese altar denominado televisión, intentaban controlar un pequeño objeto llamado mando a distancia, auténtico símbolo de quién reina y gobierna el territorio, y permanecían absortos delante del tubo catódico durante varias horas. Otras actividades, como el consumo de información interactiva, permanecían relegadas a otros lugares mucho menos nobles de la casa, la llamada "habitación del ordenador". Mientras el consumo de televisión se consideraba, por alguna misteriosa razón, una "actividad social" –a pesar de la escasa comunicación que generaba, habitualmente relegada a los cortes publicitarios–, el uso del ordenador tenía una consideración negativa, de aislamiento, de "vicio solitario".

Pues bien: la época de la televisión como medio unidireccional y limitado ha llegado a su fin. La necesidad de tener diferentes salidas, unas para televisión y otras para datos en Internet, también ha terminado. Después de todo, ¿qué es lo que vemos en televisión, sino datos capaces, en un momento dado, de ser transmitidos? ¿No lo demuestra, acaso, el creciente número de personas que consumen contenidos de la oferta televisiva –series, películas, etc.– a través de redes de intercambio de ficheros? ¿O el éxito de aparatos como el norteamericano TiVO o la española InOut TV, capaces de tomar esa indisciplinada televisión que se empeña en empezar y hacer pausas cuando ella quiere, y convertirla en un flujo bajo control, en una nueva manera de ver la televisión en la que el poder lo tiene el usuario con su ratón.

En las diferentes exposiciones hemos podido ver como se definen claramente varios bandos: en uno de ellos, los distintos actores parecen arremolinarse en torno a la próxima versión del Windows de Microsoft, Windows Vista. Por otro, la gran familia Apple, reforzada con la recién presentada Apple TV. Un tercer bando aparece representado por dispositivos menos conocidos en nuestro país, pero que han sido sin duda una de las estrellas del CES: los aparatos como el SlingBox, capaces de añadir grados de libertad a la experiencia del consumo de contenidos: tomar la televisión de casa y verla desde cualquier otro sitio con conexión a Internet, o en el móvil, o admitir entradas procedentes de cualquier otro aparato, como ordenadores o cualquier tipo de reproductor o consola. Consolas que definen, de por sí, otro actor importante, al dotarse de capacidades como la navegación por Internet, la ejecución de juegos multijugador o la reproducción de DVD. Y móviles con capacidad de ver televisión, y monitores de altísima resolución con todo tipo de entradas imaginables, y ordenadores con sintonizador de alta definición y, y, y... Una auténtica orgía de dispositivos concurrentes, con variadas capacidades, todos ellos girando en torno a los contenidos y a la interconexión más o menos promiscua entre ellos. En este momento, algo para volver loco a cualquiera.

La guerra del sofá representa no sólo un enorme y naciente segmento de venta de aparatos para los fabricantes, sino también un cambio en la forma de consumir contenidos televisivos, y una entrada de Internet y de las actividades que ahí se desarrollan por la puerta grande de la casa, hasta el punto de poder pasar a esa gran pantalla, a ese dios anteriormente citado adorado por casi todos. En breve, estaremos viendo un número creciente de contenidos en alta definición y tendremos unas configuraciones en casa que si nos las contasen hoy, pareceríamos un stand de una exposición. Cambiarán muchas cosas, algunas muy fuertemente arraigadas en nuestra sociedad y nuestra cultura. La televisión será otra cosa, y nuestra relación con ella y con los contenidos en general, también.

El sofá, ese sitio tan teóricamente pacífico, es el escenario de la próxima gran batalla por la conquista de su atención y su bolsillo. Permanezcan, nunca mejor dicho, atentos a sus pantallas.

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