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EDITORIAL

Zapatero pierde la calle

Lo que ha puesto de manifiesto el fiasco del Gobierno y de la izquierda más insensata de Europa, en este 13 de enero de 2007, es que una mayoría libre de la sociedad va por delante del miedo de sus dirigentes

La evaluación del plebiscito callejero sobre el "proceso de paz", celebrado este sábado en Madrid y Bilbao, arroja un claro fracaso de todas sus intenciones, las declaradas y las verdaderas, aunque inconfesables. Ni siquiera los organizadores se han atrevido a ofrecer cifras de participación, conscientes de lo ridículas que resultarían, en proporción a la colosal propaganda desplegada y al esfuerzo intensivo del Gobierno en sacar a la población a la calle.

Pregonadas a los cuatro vientos por un coro marcial y ruso de medios de comunicación, las manifestaciones a favor de la negociación con ETA y para arrinconar socialmente al PP apenas han reunido a 175.000 almas en Madrid (210.000, ha concedido la Comunidad Autónoma, aguda y compasiva) y 80.000 en Bilbao (según el generoso cálculo de la Policía Local).

Huelgan comparaciones con recientes expresiones de estados de opinión de la sociedad civil, en protesta por las políticas públicas del Gobierno del PSOE más agresivas con la libertad individual, la familia, las creencias espirituales de la mayoría, la seguridad, la verdad histórica o las víctimas del terrorismo.

Lo que procede, en cambio, es constatar signos de un posible cambio de mentalidad y liderazgo en la sociedad española. Una transformación cultural que estaría despojando a la izquierda de su poder de convocatoria, y de la que estaría emergiendo una sociedad distinta, avisada de la demagogia progresista, consciente de sus embustes y prevenida contra los desastres cainitas que desencadenan sus castas allí donde mandan.

Hubo un antecedente de este fallido amedrentamiento, que fue la huelga general de 2002. Organizado por algunos de los mismos que ahora han intentado sin éxito echar a media España encima de la otra mitad, aquel otro pulso al PP también se saldó con un desprecio de la población tan rotundo como el de este sábado, aunque entonces el Gobierno de José María Aznar prefiriese creer lo contrario y cediera al chantaje de los sindicatos, deponiendo su proyecto de reforma del mercado laboral.

Lo que ha puesto de manifiesto el fiasco del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y de la izquierda más insensata de Europa, en este 13 de enero de 2007, es que una mayoría libre va por delante del miedo de sus dirigentes. Mientras el PP aún vivía en un sinvivir, hasta el pasado jueves por la noche, sobre la conveniencia de acudir a una manifestación, la de Madrid, organizada a todas luces para respaldar la negociación con los terroristas y condenar al ostracismo a toda voz opositora a esa política, la inmensa mayoría de los españoles no ha dejado de tener clara la dirección anti-terrorista que necesita España: unidad de los dos grandes partidos en el Pacto por las Libertades y persecución implacable de los criminales con todo el poder de la Ley, hasta derrotarles. Basta con escuchar el clamor que atraviesa todas las encuestas, para comprender cuál es la respuesta al atentado del 30-D que quieren los españoles. Por eso, las manifestaciones de apoyo al llamado "proceso de paz" han fracasado.

La soledad del presidente del Gobierno, pese a la jauría de falsos intelectuales que ladran para él, pese al tapiz de silencio que una prensa impotente y desacreditada le teje con el falso hilo de la paz, pese a las pancartas que decían "Zapatero, no estás solo", es más severa tras las manifestaciones de este sábado. Ha fracturado a la sociedad española como ningún otro mandatario, ha intentado que españoles se echen a la calle contra españoles, emulando las prácticas propagandísticas e intimidatorias de los Círculos Bolivarianos de su amigo Hugo Chávez. Que afronte ahora su responsabilidad. Que empiece, sin ir más lejos, este lunes, cuando le espera el Congreso de los Diputados.

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