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Lo que aguarda a nuestras tropas

¿Se acuerdan de cuando el PSOE criticó el despliegue en Irak porque nuestros soldados permanecían acantonados para protegerse y no cumpliendo con su misión? Veremos cuanto tarda en pasar lo mismo en Herat.

Todo el mundo habla –y teme– la cacareada "ofensiva de primavera" de los guerrilleros talibán en Afganistán, pero nadie explica en qué puede consistir y, por tanto, cómo frustrarla o defenderse de ella con éxito. Pero una cosa parece clara, no se parecerá en nada a las ofensivas clásicas que conocen los ejércitos, porque no hay un ejército regular frente a las tropas de la OTAN, incluidas las españolas, y posiblemente tampoco se parezca en nada a las ofensivas insurgentes tradicionales, porque los talibán no están agrupados en un ejército de guerrilleros ni aspiran a "liberar" territorio alguno que no sea todo el país.

Lo más probable es que las tropas aliadas tengan que vérselas con un hostigamiento creciente en forma de ataques terroristas, muchos de ellos suicidas, encaminados a impedir la labor de reconstrucción del país, así como a dificultar la interrelación entre los soldados aliados y la población civil. Los talibán tienen que robarle la legitimidad al Gobierno de Kabul y para eso necesitan acabar con los intentos de garantizar la seguridad de las tropas bajo el mando de la OTAN.

Se viene hablando de "iraquización" del país, pero no es del todo cierto a pesar de la recurrencia de los ataques terroristas, muchos de ellos involucrando suicidas. De acuerdo con un profundo estudio de la Jamestown Foundation, de 2001 hasta hoy ha habido 185 ataques suicidas en Afganistán, de los cuales 139 tuvieron lugar el año pasado (frente a tan solo 25 el anterior). En lo que vamos de 2007 ya van 21 atentados, lo que augura aún una cifra mayor a finales de este año.

En ese sentido meramente numérico, sí es verdad que hay una "iraquización", como también la hay en la mejora letal de los ingenios empleados últimamente en Afganistán. Sin embargo, hay algo que difiere sustancialmente en el caso afgano: mientras que en Irak los ataques terroristas se destinan esencialmente a matar a iraquíes civiles para sembrar el odio sectario y alimentar la violencia civil, en Afganistán la estrategia es bien distinta. Sólo cuatro de todos estos atentados han tenido como objetivo la población civil. Y aunque en otros cuatro han resultado muertos civiles, éstos no eran la diana elegida, sino daños colaterales.

La realidad es que los terroristas suicidas en Afganistán, a diferencia de Irak, eligen como objetivo a batir instalaciones o convoyes de las tropas de la coalición, esto es, objetivos militares. Eso explica, en buena medida, su baja tasa de letalidad, al estar estos objetivos más protegidos que la población civil. Con la excepción de la última bomba contra la base de Bagram mientras la visitaba casualmente Dick Cheney, donde hubo una docena larga de víctimas (aunque sólo tres soldados muertos de la coalición), la media de víctimas de los atentados no supera las dos personas.

No es terror entre los civiles lo que buscan. Es miedo entre los soldados y exigirles, por seguridad, unas prácticas que le nieguen el acercamiento a la población civil a la que ayudar. Por ejemplo, muchos contingentes, como los daneses o canadienses, ya no se acercan a los civiles. Y muchos convoyes alertan de su paso exigiendo que la población se mantenga a distancia. Ya no se hacen fotos repartiendo caramelos a los niños porque hay demasiada distancia entre ellos.

En ese sentido, lo que aguarda a nuestras tropas con la primavera es una mayor amenaza terrorista y, por ende, una mayor preocupación por su propia protección. ¿Se acuerdan de cuando el PSOE criticó el despliegue en Irak porque nuestros soldados permanecían acantonados para protegerse y no cumpliendo con su misión? Veremos cuanto tarda en pasar lo mismo en Herat. Y eso no les librará de la amenaza y el riesgo.

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