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EDITORIAL

Las pulsiones guerracivilistas de la Generalitat

Resulta delirante que un Gobierno integrado por formaciones que tomaron parte activa en la sanguinaria sublevación golpista contra el Estado -y contra la República- en tiempos de Companys insistan en dar lecciones de democracia retrospectiva

El gobierno catalán ha dado una nueva muestra de su radical y maniquea pulsión guerracivilista, con una ley propia de "Memoria histórica", por la que se exhumarán los cuerpos de fallecidos durante la guerra civil. Ni que decir tiene que sólo hacen referencia a los de un bando porque, para Joan Saura, principal impulsor de esta medida, "este reconocimiento no puede trasladarse a todas las ideologías" ya que "no se puede comparar a los golpistas con la superioridad ética de un Gobierno legítimo y democrático".

Resulta delirante que un Gobierno integrado por formaciones que tomaron parte activa en la sanguinaria sublevación golpista contra el Estado –y contra la República– en tiempos de Companys insistan en dar lecciones de democracia retrospectiva. Sólo teniendo en cuenta esa desfachatez, no resulta extraño que en ese "reconocimiento" no se incluyan a las víctimas de los "paseos" y los fusilamientos perpetrados por sus, por lo visto, añorados correligionarios, como tampoco se incluyen las víctimas catalanas de Terra Lliure o de ETA. Claro que si el reconocimiento de la Generalitat sí que abarca a las "ideologías" nacionalistas y totalitarias de sus verdugos, mejor será que las víctimas sigan yaciendo bajo tierra, que eso no es impedimento para su recuerdo, como tampoco lo sería para el de las víctimas del otro bando.

En lugar de aprender del pasado, reconociendo los agravios a los principios democráticos y las barbaridades que se perpetraron en uno y otro bando, socialistas, comunistas y separatistas catalanes no hacen sino recordarnos que conservan irredentos las siglas de unos partidos con un sanguinario historial –algunos de ellos todavía muy reciente– de lucha contra los valores democráticos.

Si el tripartito social-nacionalista quiere de verdad homenajear los valores democráticos, que empiece por reivindicar la Constitución del 78, en lugar de tratar de burlarla de forma artera a través de estatutos soberanistas. Para películas de buenos y malos ya están –o estaban– las del Oeste.

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