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EDITORIAL

Los acuerdos firmados

ETA jamás ha matado por matar, sino para obtener un rédito político del crimen. Naturalmente, si se le paga por no matar un precio que estime adecuado, dejará de hacerlo, al menos hasta el momento en que reciba el último céntimo de lo prometido.

Una de las consecuencias más desgraciadas de la deriva del Gobierno de Zapatero es la nula credibilidad que tienen sus desmentidos ante las afirmaciones de ETA-Batasuna sobre los "acuerdos firmados" por ambos y que hicieron posible el "alto el fuego permanente" durante el cual se puede asesinar. Los actos del Gobierno desde el atentado de Barajas hacen aún más increíble cualquier palabrería que puedan intentar aducir en su defensa.

Que López Garrido considere un desmentido el afirmar que su único compromiso es con "la ley y el Estado de Derecho", unas horas después de tirarlos por el retrete vía Conde Pumpido, ya clama al cielo. Pero que además pida que estemos "a los hechos y no a los dichos" en lo que respecta a la actitud del Gobierno frente a ETA es una burla al ciudadano escandalizado por la liberación de De Juana y el servicio propagandístico que el fiscal Burgos hizo a la causa etarra durante el "interrogatorio" a Otegi. López Garrido miente con excesivo descaro y sin pericia alguna, lo que hace evidente incluso para el más ardoroso defensor de la política relacionada con el terrorismo del Gobierno que existen esos acuerdos.

Hay, además, otras pruebas de ello. Ni socialistas ni miembros del Gobierno desmintieron jamás la noticia que su vocero, el diario de Polanco, daba hace ya casi dos años, en la que "fuentes socialistas" afirmaban estar dispuestos a pagar a los terroristas a cambio de una tregua. El precio consistía, además de en dar "solución a la situación de los presos", infame eufemismo para referirse a su impunidad, en incluir "a la izquierda abertzale", es decir, a los proetarras, en las negociaciones destinadas a acabar con el actual Estatuto de Guernica.

ETA jamás ha matado por matar, sino para obtener un rédito político del crimen. Naturalmente, si se le paga por no matar un precio que estime adecuado, dejará de hacerlo, al menos hasta el momento en que reciba el último céntimo de lo prometido. Pero claro, desde el momento en que un Gobierno toma la decisión de pasar por caja, queda en manos de los terroristas, del mismo modo que pagar a un chantajista por primera vez garantiza tener que hacerlo continuamente, hasta que éste decida dejar de pedir. Y ETA no va a dejar de exigir concesiones hasta que lo tenga todo: sus De Juanas en la calle y su País Vasco independiente y marxista, con Navarra y parte de Francia incluidos en él.

Y si el Gobierno se hace el remolón con el pago, pues destruyen el aparcamiento de la recién terminada nueva terminal del aeropuerto de la capital de España. Y si mueren dos personas, encima la culpa es de los policías, por no evacuar con diligencia, que ellos avisaron, oiga. Sin embargo, si se paga con premura lo acordado, desaparece el incentivo para no asesinar, pues tienen que provocar muertes suficientes como para obligar al Estado a nuevas concesiones. En definitiva, Zapatero ha entrado en una espiral de la que no se puede salir sin que se produzca más dolor y más sufrimiento.

Pero mientras tanto, levantada la presión policial y judicial sobre los terroristas para "facilitar el diálogo" y el "buen entendimiento", la banda ha podido recobrar la capacidad operativa perdida tras años de persecución con la ley en la mano. Cuando decidan volver a matar, ya sea porque el Gobierno incumpla los acuerdos firmados o porque haya terminado de cumplirlos, podrá hacerlo a pleno rendimiento. Es la consecuencia de la maldición de nuestro socialismo: o luchan fuera de la ley, o negocian fuera de la ley. Pero que sea el Estado de Derecho quien derrote a ETA, eso jamás. Sería demasiado de derechas.

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