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Cristina Losada

PRISA o la sombra del poder menguante

Un gigante que está, sí, muy preocupado. ¿Por lo que llama la deriva del PP? Amos anda. Si el PP se hundiera electoralmente, estaría encantado. ¿Por la estabilidad y la prosperidad del país? Si se escribe con minúscula, improbable.

Cuando Nixon ganó por amplia mayoría en 1972, a pesar de los esfuerzos de la prensa "liberal", o sea, "progre", por acabar con él durante su primer mandato, un poderoso editor clamó que tenía que haber sangre. "Hemos de conseguir que nadie piense siquiera en hacer nuevamente nada ni aún algo parecido", dijo en una reunión privada, que no en una junta de accionistas. La prensa hostil a Nixon iba a hacer, en efecto, lo que fuera necesario para destruirlo, cosa que facilitarían las prácticas ilegales consentidas por el presidente. Pero la expresión del designio y del odio visceral quedaba para el petit comité. Porque la influencia que pudiera ejercer la prensa, que era mucha, disminuiría en el caso de que la declaración de guerra fuera pública y abierta. Mantener la apariencia o la ficción, no de una fofa neutralidad, pero sí de independencia, resulta esencial.

En España, el propietario del grupo de comunicación más poderoso ha roto esa convención. Y lo ha hecho no para juramentarse contra el Gobierno, sino contra la oposición. Normal, se dirá, tratándose de un grupo que se ha fortalecido gracias a los favores del poder político. Aunque no lo es tanto si se considera que ha recibido prebendas de un partido y de otro. PRISA ha crecido a la sombra del poder y ha sido a la vez un poder en la sombra. Pero el otro día, su propietario cruzaba la línea y se exponía a la luz. Descorrió la tenue cortinilla, retiró el taparrabos que mal que bien lo cubría. Y al salir de la sombra se ha visto lo que hay: un gigante con cabeza de chorlito. Un gigante que está, sí, muy preocupado. ¿Por lo que llama la deriva del PP? Amos anda. Si el PP se hundiera electoralmente, estaría encantado. ¿Por la estabilidad y la prosperidad del país? Si se escribe con minúscula, improbable. La inquietud que manifiesta por el PP, látigo en mano, expresa su preocupación por el PSOE zapaterino. No es para menos.

Y la expresa retorcidamente, esto es, cerrando filas y amedrentando con mayor ahínco al adversario. La misma táctica, que para eso son dos en uno, del PSOE de Pepiño y Zetapé. En la catarata de comunicados contra el boicot decidido por el PP en réplica a las descalificaciones vertidas por Polanco se reflejaba la reacción rayana en la histeria de quien asiste impotente a un fenómeno que escapa a su control. El descrédito creciente de Zapatero es la espuma de un mar de fondo que socava los cimientos de una hegemonía político-ideológica: la que ese grupo, junto con sus socios políticos, detentaba de forma exclusiva y excluyente. El poder en la sombra pierde poder. Ha aparecido una corriente social al margen y en contra, y ese establishment firme y prósperamente instalado en el Olimpo no quiere ni puede permitírselo. De modo que atacan al flanco más débil, para que regrese a la sumisión, a la aceptación de que quien manda, manda, o sea, ellos. Y ahí tienen resortes, como Gallardón.

En la tal avalancha de comunicados han aparecido incongruencias deliciosas. Se ha apelado a derechos a la información que, sin ir más lejos, el Gobierno conculca: nada sabemos de sus negociaciones pasadas y presentes con ETA, y PRISA incumple ahí gustosa su deber de informar. Se ha sacado, cómo no, la doble vara de medir la libertad de expresión: toda para nosotros, nada para ellos. Se ha hablado de chantaje, sin que tal sustantivo se aplicara al boicot ordenado por Blanquito contra la cadena de televisión de Madrid. Se han mostrado, en fin, tan indignados por la actitud del PP que se les veía dolidos, como reconociendo que les importaba mucho. Pero la disonancia más desconcertante era ésta: si creen que el PP es franquista, antidemocrático y desea provocar una guerra civil, ¿cómo puede darle espacio y voz una prensa que se precia de demócrata? En lugar de mendigarle, digo amenazarle, para que regrese a sus estudios y platós, ¡tenían que haberle echado motu proprio! ¿O no? Pues no. Para superar sus contradicciones, han echado a otro.

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