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Pío Moa

Tomar la iniciativa

un manifiesto bajo el título: "Por la convivencia, frente a la crispación". Como siempre, la más brutal distorsión del lenguaje. Su sentido real es: "Por la connivencia (con el terrorismo), frente a la Constitución".

Asombrosamente, después de mil fechorías en cadena que debieran haberle enajenado la opinión pública, el PSOE consigue poner una y otra vez a la defensiva a la oposición. Ello se debe a su predominio en los medios de comunicación (cortesía del PP, en buena medida) y a una oposición inconvincente, incapaz de explicar la realidad a los ciudadanos, que habla con un tono entre chillón y medroso, muy alejado de la serena contundencia necesaria a la situación.

Y ahí siguen los promotores de la Infame Alianza retomando la iniciativa una y otra vez. Ahora, encabezados por la tiorra afusilaora, un grupo de la estéril intelectualidad lisénkica próxima al PSOE ha publicado en el Círculo de Bellas Artes –subvencionado por la derecha y dominado por una izquierda que se siente hija de aquel Frente Popular que convirtió el Círculo en checa– un manifiesto bajo el título: "Por la convivencia, frente a la crispación". Como siempre, la más brutal distorsión del lenguaje. Su sentido real es: "Por la connivencia (con el terrorismo), frente a la Constitución". Pero, guste o no, el mensaje cala, satisface a la gente embrollada por la demagogia progre, atemoriza al PP y refuerza en él al sector partidario de colaborador con los liquidadores de la Constitución.

Si el PP no ha perdido por completo el espíritu, podría movilizar a su vez a algunos intelectuales serios con otro manifiesto: "Por la Constitución, contra la connivencia con el terrorismo". Me permito ofrecerles el texto siguiente, como posible inspiración:

El respeto a la Constitución y su defensa cuando es vulnerada son la clave del sistema que nos permite convivir civilizada y pacíficamente. Marcan también la diferencia entre los pueblos libres y los que no lo son.

En 1978, España se dotó de la Constitución más democrática y consensuada de su historia, basada en tres valores clave: la unidad de la nación, las libertades y la reconciliación final y oficial entre los vencedores y los vencidos de la guerra civil, ya lograda en la sociedad muchos años antes. Ninguna otra ley obtendría hoy tal consenso y, por ello, tanto valor para nuestra convivencia. Como toda obra humana, tiene defectos, y puede y debe ser reformada. Pero sus virtudes han traído al pueblo español una larga época de paz, libertad y prosperidad, que sería una locura poner en riesgo.

Algunos partidos y políticos rechazaron la Constitución, abierta o solapadamente. Sus métodos los definen: el asesinato, en sus formas más cobardes, de cientos de personas, o la connivencia política con los asesinos; el ataque a los derechos ciudadanos, sobre todo en Vascongadas y Cataluña; el recurso a los antiguos odios mediante una propaganda de revancha, casi siempre falsaria, sobre la guerra civil; la terca corrosión de la unidad de España cultivando el agravio y el narcisismo regional, vieja técnica totalitaria.

Esos partidos estuvieron siempre muy lejos de sus objetivos. Pero hoy el Gobierno, en alianza de hecho o de derecho con ellos, procura con actos consumados y fraudulentos la quiebra de la Constitución, sacrificándola a una "paz" con los asesinos tan imaginaria como la "guerra" que vendría a detener. Mientras, nuevos fenómenos como el terrorismo islámico aumentan la incertidumbre.

Tal alianza ha transformado en su contrario el Acuerdo contra el Terrorismo y por las Libertades y pretende reducir España a un inviable conglomerado de naciones inventadas, sin apenas lazos políticos o sentimentales entre ellas, mutuamente resentidas, irrisorias en el plano internacional y peones de los intereses de otras potencias. El plan se combina con una alianza internacional de dictaduras, llamadas pomposamente "civilizaciones", entre ellas algunas muy agresivas hacia España. Esta involución antidemocrática divide cada día más profundamente a la sociedad española, abocándola a una crisis de imprevisibles consecuencias.

Frente a la involución, nosotros, españoles dispuestos a defender nuestra libertad, alzamos la bandera de una España unida y democrática, garantía de la única paz y estabilidad admisibles. Y llamamos a los ciudadanos y a sus asociaciones a impulsar un movimiento por la Constitución, que alerte a la totalidad de la población y restablezca el imperio de la ley. En las manos de todos está impedir un nuevo fracaso histórico de nuestra convivencia.

No tiene por qué ser necesariamente este texto, pero sí algo parecido.

En España

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