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Jorge Vilches

Las dos Españas, otra vez

El buenismo, el "pensamiento Alicia", no consiste sólo en un discurso floral, sino en la identificación del que se opone como enemigo, la descalificación sistemática de sus acciones y la atribución a éste de todos los males.

La confusión de la izquierda zapaterista, entre comunicados oficiales y manifiestos, es comprensible. La superioridad moral que durante décadas se han atribuido les tiene bloqueados. No entienden cómo el liberalismo conservador no se desmaya de placer político ante las acciones y propuestas de este Gobierno, o cómo es posible que protesten ante las decisiones de Zapatero, el "reformista intrépido", como le ha llamado un articulista de El País.

El desguace del pensamiento izquierdista en las últimas décadas ha llevado a estos "intelectuales" a explicar la situación recurriendo al tópico de las dos Españas. La España progresista y la que sobra. La real y la fabricada por espurios motivos electoralistas. La del derecho a decidir y la del patriotismo de hojalata. La del republicanismo de Petit y la de la derecha extrema. La amante de la paz y la neocon y neoliberal. La de la "parroquia roja" y la de la jerarquía eclesiástica. La que informa y la que miente. La que respeta las instituciones y la golpista. Es decir; hay una España que tiene el derecho y la obligación de gobernar, y otra a la que se le concede la oportunidad de rectificar o retirarse. El buen sentido debe conducir al ciudadano honrado y comprometido, concluye esta izquierda, a acudir a las urnas y votar al PSOE.

Porque, como todo el mundo sabe, la oposición al último Gobierno Aznar no alteró la calle, ni utilizó la violencia verbal (y física en ocasiones), ni cuestionó las decisiones legales y legítimas de las instituciones constitucionales. Tampoco hizo demagogia con los accidentes de buques petroleros, ni llenó la Tribuna del Congreso de invitados vociferantes. Y mucho menos se abrazó a aquellos que convierten en obligatorio su nacionalismo étnico-lingüístico, el "propio de dictaduras y de ideologías extremas", en palabras de la izquierda zapaterista. Fue, qué duda cabe, la "leal oposición" y un modelo de convivencia.

Los seguidores del "reformista intrépido" condenan la crítica y el pensamiento libre porque buscan imponer una uniformidad social que no es posible. Anatematizan la rebelión cívica (siempre escrupulosamente legal) y la movilización de la sociedad civil desconociendo que, como mostró Tocqueville, es uno de los pilares para salvaguardar la democracia de los peligros despóticos. Por eso reclaman que la izquierda zapaterista utilice los resortes del Estado, del Poder, de las instituciones, para borrar esa España que sobra.

El zapaterismo se presenta como una mezcla de optimismo antropológico y virtud cívica que, hablando al "corazón de la ciudadanía", dice remover la bilis de "la otra España". Pero el recurso simple a las emociones y sentimientos como soporte principal de la acción política, propio de las formas totalitarias, no esconde que detrás de los discursos de Zapatero y sus grandes palabras no hay nada que se pueda aplicar a la política práctica. ¿Qué proyecto acompaña, por ejemplo, a la "guerra al hambre y al cambio climático" declarada por ZP? ¿Qué aporta la Alianza de Civilizaciones ante la amenaza de Al Qaeda de recuperar Al Andalus? No lo sabemos.

Esto a la izquierda zapaterista no le importa, porque lo trascendente es mantener la ilusión, no defraudar el voto recibido, dar la batalla contra lo imposible, cumplir promesas sin estar pendiente del "realismo político". Sí; pero también se han cuidado de sellar alianzas con cualquiera para no abandonar el poder, aunque sus compañeros de viaje sean opciones antisistema. El buenismo, el "pensamiento Alicia", no consiste sólo en un discurso floral, sino en la identificación del que se opone como enemigo, la descalificación sistemática de sus acciones y la atribución a éste de todos los males.

Parece que esta izquierda zapaterista no da más de sí, pero ha inoculado un malestar, el del fantasma de las dos Españas, altamente irresponsable.

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