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Amando de Miguel

El misterioso significado de las palabras

La rebeca permite acomodarse mejor al estilo de la indumentaria de los estudiantes, que se llama "informal", pero que a veces tiende a ser entre deportiva y mendigante.

Maribel Torbeck precisa que la prenda llamada rebeca (por la famosa película de Hitchcock, la prenda que llevaba Olivia de Havilland, la de la deliciosa boquita torcida) es también masculina. Sospecha doña Maribel que yo mismo debo de usar esa prenda y está en lo cierto. Es ideal para dar clases. Le digo por qué. La calefacción de la Facul no es muy potente, así que se impone ir a clase con jersey. Pero durante la clase uno se acalora por el esfuerzo explicativo. No cumple el gesto de quitarse el jersey, mientras uno está perorando. Así que lo mejor es una rebeca que puede uno desabrochársela con toda elegancia e incluso quitársela con cierta naturalidad. La rebeca permite acomodarse mejor al estilo de la indumentaria de los estudiantes, que se llama "informal", pero que a veces tiende a ser entre deportiva y mendigante.

Francisco Sánchez Chaco me pregunta por la palabra paquete. No tiene mayor misterio. Es un galicismo que alude a un conjunto de cosas bien dispuestas que suelen ir envueltas. Hay muchas frases en las que el paquete se utiliza de forma analógica. Por ejemplo, marcar paquete (= ostentar el bulto de los genitales masculinos a través del pantalón). En la mili y quizá otras instituciones totales meter un paquete es tanto como "castigar". En el mundo financiero es común el "paquete de acciones". En la jerga empresarial y en la política se recurre mucho al "paquete de medidas" o al "paquete" como conjunto de cosas que se ponen a la venta.

Manuel M. Sotomayor Ramírez dice que prefiere "mayor" a "viejo" para calificar a una persona en el estatuto de jubilada. Yo empleo las dos, pero me gusta más "viejo", originariamente un diminutivo latino: vétulus (= viejecito). Comprendo que hay despectivos: vejote, vejestorio, vejancón, pero aun así, me resultan tiernos. En cambio, lo de mayor no deja de ser un extraño comparativo. ¿Mayor o más grande que quién? Claro que más nervioso me pone otro comparativo, el de los más pequeños en lugar de niños. Resulta ridículo, pero se emplea cada vez más.

María Paz Velázquez me pregunta por la palabra "machiembrar", que no aparece en el DRAE y que yo he dejado caer en alguna ocasión. Puede que se haya deslizado una errata, pues la palabra correcta es machihembrar, que sí viene en todos los diccionarios. Quiere decir ensamblar dos piezas sin dejar ranuras, del modo como lo hacen los buenos ebanistas. Los trabajos de taracea se muestran perfectamente machihembrados. Por analogía se refiere al resultado de encajar perfectamente una idea con otra. Es evidente el parentesco sexual de la palabreja, lo que la hace doblemente atractiva.

Ignacio Mateos está leyendo La Regenta y se encuentra con la palabra belvedere, que no viene en el DRAE. Me pide ayuda para encontrar el significado de la palabreja. Muy sencillo. Un belvedere es un tipo de construcción liviana (mirador, balcón, cenador, pérgola, terraza) que se levanta en un parque o jardín para apreciar mejor el paisaje. Es lástima que haya caído en desuso una palabra tan expresiva. Un buen jardín tiene también vistas. Recordemos el Generalife.

Isabel de Grandes confiesa que utiliza mucho el venga, que no se deriva de "venir" ni de "vengarse". Eso creo yo. Se trata de una interjección más que de un verbo. Equivale al vale de las despedidas. Incluso se puede decir vale, venga. Por alguna extraña razón el venga sirve muy bien para cortar suavemente la comunicación telefónica. Es un recurso muy útil, puesto que los españoles no acertamos a despedirnos de forma decidida. El venga telefónico transmite la confianza de que la conversación se reanudará en otro momento o, mejor, que los interlocutores se verán personalmente. En el tipo de habla que se considera "pijo", el venga se pronuncia con una G afectadamente gutural.

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