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La triple amenaza

Ante el riesgo cada vez más alto de sufrir un atentado terrorista, el Gobierno ha comenzado a negar las reiteradas acusaciones de imprevisión que venían realizando a los gobiernos de Aznar por el 11-M, no sea que se le vuelvan súbitamente en contra.

El Gobierno de Zapatero tiene que hacer frente a un triple desafío terrorista en estos momentos. En primer lugar, la amenaza cada vez más definida del terrorismo yihadista sobre nuestro país. En segundo lugar, la posibilidad de un nuevo atentado de ETA tras el fracaso del proceso de negociación con la banda. Por último, la posibilidad de un nuevo ataque con victimas mortales contra nuestras tropas en Afganistán o en el Líbano.

La posibilidad de un nuevo atentado del terrorismo yihadista en España es cada vez más alta. Los informes de los servicios de inteligencia alertan sobre esta creciente posibilidad. Las referencias específicas a Al Andalus en los últimos comunicados de Al Qaeda, los atentados en Marruecos y Argelia y nuestra incrementada presencia en Afganistán hacen de España un objetivo preferente para los terroristas. En España hay además más de un millón de inmigrantes musulmanes, de los que al menos 100.000 pueden definirse como radicales islámicos que simpatizan con el terrorismo de Al Qaeda. La creciente presión de la policía marroquí a sus redes locales está forzando un desplazamiento de algunos cabecillas a España a través de las redes de inmigración clandestina.

Por otro lado, lo más previsible es que el descarrilamiento del proceso de negociación con ETA signifique una cadena de atentados mortales, como ya ocurrió en las experiencias históricas pasadas. Es ya evidente que ETA ha utilizado su alto el fuego para recomponer sus estructuras criminales y aumentar su capacidad asesina, como previene Europol. Pero además, los asesinos no van a dejar que a Zapatero le salgan gratis los incumplimientos de los compromisos a los que, según han declarado reiteradamente los terroristas, llegó el Gobierno español.

Finalmente, los ataques a las bases militares españoles en suelo afgano se multiplican y previsiblemente aumentarán aún más con la llegada del buen tiempo. La seguridad en este país se va deteriorando y la zona de despliegue de nuestras tropas ya no está a salvo de las embestidas de los talibanes. Nuestros soldados en Líbano tampoco están exentos de esta amenaza terrorista.

Las consecuencias políticas de un nuevo atentado terrorista en España no son predecibles, pero en ningún caso resultarían positivas para el Gobierno. Ante el riesgo cada vez más alto, el Gobierno ha comenzado a negar las reiteradas acusaciones de imprevisión que venían realizando a los gobiernos de Aznar por el 11-M, no sea que se le vuelvan súbitamente en contra. Zapatero ha llamado además a La Moncloa a Mariano Rajoy para tratar de parapetarse políticamente en el líder de la oposición si hay una explosión. Las fuerzas de seguridad se encuentran en máxima alerta. Y en Moncloa sólo les queda cruzar los dedos y confiar en la buena estrella de su presidente. El problema Zapatero se parece cada vez más a una estrella fugaz.

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