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José García Domínguez

Sa nina bonita

Gracias a él, a don Jaume, todos los idiotas del PP que en el País Vasco se juegan la vida y en Cataluña la muerte civil, ya disponen de quien les insulte dentro de su propia casa, que sólo eso echaban en falta para sentirse como en el séptimo cielo.

En este viejo país ineficiente, que diría Gil de Biedma, la política y el periodismo se parecen como dos gotas de agua. Con las honrosas excepciones de rigor, son ocupaciones en las que invariablemente acaban recalando los cínicos, los aduladores, los arribistas sociales, la pobre gentecilla sin oficio ni beneficio que no sirve para ninguna otra cosa y los narcisistas patológicos. La realidad, qué le vamos a hacer, es como es. Y la nuestra es así.

Hablando de la primera, y más en concreto del PSOE de Zapatero –y de Pepiño y de Caldera y de Montilla y de Rojo y de Pajín y de Zerolo y de...–, mi admirado y defenestrado Hermann Tertsch acaba de exponer en un párrafo, como todos los suyos brillante, la suprema ley de la selección negativa por la que se rige esa feliz oligarquía de los mediocres que hoy nos gobierna: "Todos ellos parecen llegados al partido no bajo el lema de 'la libertad, la dignidad, el servicio al Estado', sino bajo el de 'juro por Dios que jamás volveré a pasar hambre', como grotesco grito desde el 'Tara' de las gentes que nunca han hecho nada en su vida sino medrar en agrupaciones y escalar en el aparato del partido a codazos o puñetazos; siempre en insidias y ajustes de cuentas con tal de no caer en su nivel de ingresos al que demandarían sus méritos inexistentes."

Pero si el viejo PSOE de Pablo Iglesias y Julián Besteiro ha acabado en eso, hay una parte de derecha política –la sociológica, por suerte, siempre será otra cosa– que no es que parezca lo mismo, es que resulta mucho peor aún. Infinitamente peor. Pues, al menos, los socialistas no tolerarían jamás que un mindundi mediático a sueldo, una presentadora de televisión del tres al cuatro, pongamos por caso una Maria de la Pau Janer cualquiera, los tomase por imbéciles, a ellos, a sus militantes y a sus electores. Así, cuando ya creíamos haberlo visto todo con el esperpento cotidiano de Piqué avergonzándose púdicamente de sus bases y votantes, va Jaume Matas y me alquila a sa nina bonita para que, además, se ría de ellos.

Porque, al fin, merced a la clarividente intuición política de Matas la derecha ha colocado en nómina a su propio payasito de la tele. Gracias a él, a don Jaume, todos los idiotas del Partido Popular que en el País Vasco se juegan la vida y en Cataluña la muerte civil, ya disponen de quien les insulte dentro de su propia casa, que sólo eso echaban en falta para sentirse como en el séptimo cielo. Aunque, todo hay que decirlo, hasta llegar a la felicidad completa, al karma, aún les queda que Piqué dé el pasito y fiche a Julia Otero. Que ganas no le deben faltar.

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