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EDITORIAL

¿Otro favor de Garzón a la paz sucia de ZP?

Que la razón por la que aún no se ha esclarecido el chivatazo a ETA sea la falta de tiempo que este juez dedica a su profesión nos resulta tan inverosímil como que sea un despiste la causa de no haber prorrogado el embargo de las herriko tabernas

El Consejo General del Poder Judicial ha abierto este miércoles una información previa para esclarecer si Batasuna-ETA ha recuperado 48 herriko tabernas ante un supuesto despiste en el que habría incurrido el juez Garzón al no haber prorrogado las órdenes preventivas de embargo en el Registro de la Propiedad, y que han empezado a caducar –tal y como establece la Ley Hipotecaria– a los cuatro años de su inscripción.

De confirmarse dichas informaciones, estaríamos ante una nueva y gravísima negligencia de un juez, que vendría a poner en peligro las actuaciones de la Justicia destinadas a liquidar el patrimonio de la ilegalizada formación proetarra. Muchos han comparado, con razón, esta gravísima inacción de Garzón con su incesante actividad extrajudicial, bien sea escribiendo artículos de opinión política, bien como complaciente entrevistador de González, Zapatero o Bermejo, bien como director aficionado de documentales sobre la represión argentina, por citar sólo unos ejemplos.

Ahora bien, al margen del tiempo y energías que Garzón dedica en su acreditada búsqueda de notoriedad pública dentro y fuera de su actividad como juez, cuesta creer que esa sea la razón de fondo de su inacción judicial, tanto en este caso como en el no menos grave asunto del chivatazo policial a ETA. Resulta bochornoso para nuestro Estado de Derecho que un caso tan grave como aquella filtración policial al aparato de extorsión de ETA, alertándole de que estaba siendo sometida a vigilancia por orden del juez Marlaska, siga meses y meses después esperando en el cajón del olvido de Garzón.

Que la falta de tiempo que este juez dedica a su labor profesional sea la razón por la que a estas alturas no sepamos los nombres de los agentes policiales que, bien por voluntad propia, bien siguiendo órdenes de sus superiores, perpetraron aquel delito de colaboración con banda armada, nos resulta tan inverosímil como que sea un despiste de este mismo juez la razón por la que aun no ha prorrogado las órdenes de embargo contra las herriko tabernas de Batasuna. Más aun, si tenemos en cuenta el tiempo y energía disponible que, como juez, ha mostrado Garzón cada vez que le ha interesado. Así se puso de manifiesto cuando quiso hacerse cargo, sin competencias para ello, del caso de las falsificaciones del informe del ácido bórico que salpicaba a ETA, o cuando demostró tener tiempo para dejar al margen del chivatazo a Telesforo Rubio y al jefe de seguridad del PSOE, o para excarcelar, por razones de salud, al cabecilla de la red de extorsión, Joseba Elosúa.

En cualquier caso, y al margen de las intencionalidades de Garzón en sus acciones y omisiones, su comportamiento está favoreciendo objetivamente a la paz sucia de ZP; una paz incompatible consustancialmente con la observancia del Estado de Derecho, pero que Garzón ha tenido tiempo para expresar su respaldo, sobre la base de que "hay que hablar hasta con el diablo".

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