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Jorge Vilches

Ségolène copia a Zapatero

La antiglobalización, el ataque al "neoliberalismo" y el contradictorio apoyo a regímenes "alternativos" no era suficiente como para sostener un proyecto positivo. De esta manera, la izquierda ha sustituido la política por un modo de hacer política.

El debate televisivo del 2 de mayo entre Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal ha dejado claro qué izquierda europea se está conformando. Una izquierda que, para sorpresa, y salvo la británica, tiene como modelo a Zapatero. No sólo le tiene como referencia Romano Prodi, sino que Royal, en Toulouse, en abril, presentó a ZP como modelo de reformas y eficacia. ¿Por qué?

La izquierda europea ha fracasado en su intento de encontrar un paradigma ideológico que sustituyera al socialismo que se hizo añicos en el siglo XX. La antiglobalización, el ataque al "neoliberalismo" y el contradictorio apoyo a regímenes "alternativos" no era suficiente como para sostener un proyecto positivo. De esta manera, la izquierda ha sustituido la política por un modo de hacer política.

El modo lo es todo para esta izquierda. La cesión y la negociación son instrumentos con los que la izquierda ha sustituido las ideas y los principios. Todo es negociable: desde la "solución política" para ETA hasta la entrada de Turquía, Marruecos o Argelia en la Unión Europea. El sustento de este modo de hacer política es el relativismo moral e ideológico, el poco aprecio a los valores liberales y democráticos, los occidentales, junto a cierta idolatría hacia el multiculturalismo. Esta pose les lleva a tratar como amigos a los nuevos antisistema que tampoco quieren a Occidente: el indigenismo y el islamismo.

El modo, la negociación como política, obliga a un discurso demagógico, buenista, capaz de contentar a los que tienen algo que ganar en la interpretación laxa de la ley tanto como del relativismo en los valores y principios liberales y democráticos. La responsabilidad que asume esta izquierda es fundamentalmente con el método, con la negociación.

Esta política, trastocada en modo, empuja a la demonización del que cree en la inamovilidad de los valores que han hecho progresar a Occidente, y batir en retirada a los totalitarismos del siglo XX. El adversario, normalmente la derecha liberal, se convierte en un peligro, en una amenaza, en alguien marginable que, traducido al español, sería un "franquista, golpista, de derecha extrema".

El modo de hacer política, el "talante" que ha exportado Zapatero, lleva a la configuración de un nuevo orden de cosas, un nuevo régimen. En el caso español, sin demanda social de peso ni debate alguno, el Gobierno socialista ha emprendido el cambio del Estado de las Autonomías. Es una transformación que se inició sin saber el punto final, no sólo porque no había una reclamación popular que satisfacer, sino porque lo importante era la negociación, no los principios e ideas políticas. De igual forma, Ségolène quiere una VI República basada en reformas institucionales, la democracia social y la democracia participativa, pero tampoco ha concretado ninguno de estos tres pilares.

No podía faltar el referente histórico, ese anclaje que le permite a la izquierda presentarse con cierto toque utópico y la consabida superioridad moral. Los socialistas españoles tienen la Segunda República, y los franceses, cómo no, Mayo del 68. Y es que la izquierda no puede vivir sin mitos; incluso con esos mitos, símbolos de la represión política y social más feroz, como las banderas soviéticas que se vieron en las exiguas manifestaciones del Primero de Mayo.

Ahora bien, con esta política fundada en el modo, si gana Ségolène no vamos a tener mejor ocasión para reclamar el Rosellón francés. Y negociar.

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