Menú
Ignacio Cosidó

La peor decisión

La decisión de Zapatero de impugnar la mitad de las candidaturas de ANV es una buena muestra de que el Gobierno no ha superado aún el golpe del atentado de Barajas

La decisión del Gobierno socialista de impugnar tan sólo la mitad de las candidaturas presentadas por ETA a través de ANV ha sido la peor decisión que podía adoptar Zapatero de todas las alternativas posibles. Por un lado, la mitad de las candidaturas aceptadas van a permitir a los terroristas recuperar buena parte del poder local del que habían sido despojados hace cuatro años gracias a la Ley de Partidos. Pero al mismo tiempo, la otra mitad de las candidaturas impugnadas va a generar con toda seguridad la suficiente  insatisfacción en los dirigentes de ETA como para autojustificar la continuidad de su ya larga carrera asesina. La posición del Gobierno es absurda desde todo punto de vista. Supone una humillación para la democracia al ceder parcialmente al chantaje de los terroristas y supone simultáneamente un grave error estratégico para la eficacia en la lucha contra el terrorismo.
 
Si la voluntad de Zapatero era intentar salvar su proceso de negociación con los terroristas, como parece que es, lo decente hubiera sido modificar la Ley de Partidos para que Batasuna o su sucesora hubieran podido presentarse a las elecciones. Si no buscara engañar a todo el mundo todo el tiempo, Zapatero debería haber confesado a los españoles que el proceso de negociación en el que está embarcado con los terroristas le exige  reincorporar a Batasuna al juego democrático. Debería haber tenido, al menos, el coraje de defender que él intenta alejar a buena parte de los miembros de ETA del terrorismo para acercarlos a la política. Muchos españoles le habríamos reprochado que creyera que puede cabalgar al tigre,  porque Batasuna ha dado sobradas muestra de su incapacidad para emanciparse de ETA, pero al menos habría un poco de sinceridad en la política del Gobierno. No hay ni sinceridad porque Zapatero carece del valor, de la credibilidad y del liderazgo como para poder defender ante la sociedad la única política en la que cree.
 
Si, como anunció tras el atentado de la T-4 de Barajas y debería haber hecho, Zapatero hubiera dado realmente por finiquitado el proceso de negociación con los terroristas lo sensato, lo lógico, lo democrático y lo decente habría sido impugnar la totalidad de las candidaturas presentadas por ANV. Hay indicios más que suficientes para demostrar que este partido durmiente ha sido resucitado en estas elecciones por ETA como un instrumento sustitutivo de Batasuna. Prácticamente la totalidad de las candidaturas tienen miembros que pertenecen a su vez a Batasuna, en papeles incautados a ETA aparece este partido como el Plan C de la organización terrorista para burlar la Ley de Partidos y hay personas detenidas por pertenencia a ETA que han jugado un papel relevante en ANV.  Con estos indicios, el Gobierno tenía argumentos sobrados para impugnar todas las candidaturas, si realmente hubiera tenido la voluntad real de impedir la presencia de ETA en las elecciones. Pero no la tiene.
 
Frente a estas dos alternativas, la impugnación de la mitad de las candidaturas es la peor de las decisiones posibles porque es una decisión cobarde y mentirosa. En primer lugar, adolece de una falta de solidez jurídica, como ha puesto de manifiesto el Tribunal Supremo al reclamar al Gobierno y a la Fiscalía una clarificación al respecto. Supone además una falta absoluta de coherencia política porque no opta claramente por una estrategia de derrota del terrorismo, como contenía el Pacto por las Libertades, pero previsiblemente tampoco permitirá sobrevivir al proceso de negociación en marcha. Y, sobre todo, supone intentar un permanente engaño a los ciudadanos, intentado ocultar la verdadera voluntad del Gobierno, manipulando los informes policiales y desmintiendo con los hechos lo que se dice y se promete.
 
La decisión de Zapatero de impugnar la mitad de las candidaturas de ANV es una buena muestra de que el Gobierno no ha superado aún el golpe del atentado de Barajas. El Gobierno parece atrapado entre su necesidad de mantener abierta la negociación con los terroristas, porque cree que con eso retrasa nuevos atentados, y su necesidad de no enfrentarse a una opinión pública que ha perdido completamente la esperanza en que la vía negociadora lleve a sitio distinto que los escombros de la T-4.
 
Los paseos de De Jauna por San Sebastián soliviantan y encrespan a una sociedad que ya ha sufrido demasiado como para consentir esta chulesca humillación. En estas circunstancias hemos pasado de una política equivocada a una política errónea e incongruente ante el problema que hoy más preocupa a los ciudadanos: el terrorismo. Su pretensión de equidistancia, su intento de simular que lucha contra ETA a la vez que cede ante la banda es la peor decisión. Es una burla demasiado evidente como para seguir engañando a los españoles y un truco demasiado cobarde como para que la bestia acepte seguir el juego sin pasarle pronto factura.
 

En España

    0
    comentarios