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El diálogo que ya existe

El Gobierno socialista es, por tanto, el único de la Unión Europea que sostiene que se puede mantener un diálogo con quienes están abiertamente en contra de la democracia.

Mientras el ministro de Asuntos Exteriores español trabaja en la sombra para que la Unión Europea extienda sus amorosos brazos hacia la dictadura cubana, más de 300 demócratas se consumen en las cárceles de la isla. Su único delito, decir en voz alta que el pueblo cubano también se merece vivir en un régimen de libertades, en una democracia que garantice su prosperidad y su libertad para ejercer el derecho inalienable de elegir a sus gobernantes. Alguno parece no querer enterarse.

Es tal el interés que tiene nuestro Gobierno por promover la democracia en Cuba que la única actividad que ha llevado a cabo en política exterior en el seno de la Unión Europea ha sido la de intentar establecer una política de diálogo abierto con el gulag caribeño. Una vez más, fracasa el ministro de Exteriores en su intento de arrastrar a la Unión hacia una amistad imposible con la dictadura castrista y por el camino provoca la irritación del conjunto de sus colegas europeos por ignorar a los disidentes durante su visita oficial a la isla. El Gobierno socialista es, por tanto, el único de la Unión Europea que sostiene que se puede mantener un diálogo con quienes están abiertamente en contra de la democracia.

Y es que la experiencia es un tesoro y el Consejo se ha acordado muy bien de los últimos resultados de la política de entendimiento con la dictadura. A lo largo del año 2003 la Unión abrió una delegación de la Comisión Europea en La Habana e intentó que Cuba se adhiriera al Tratado de Cotonou (principal instrumento de ayuda al desarrollo de la Unión Europea) con la esperanza de producir un cambio democrático. La dictadura reaccionó a la política de mano tendida de la UE con el encarcelamiento de 75 opositores al régimen, lo que provocó la interrupción de los contactos de alto nivel entre la Unión Europea y Cuba. Cuatro años después, el Consejo de Asuntos Exteriores del pasado 18 de junio acuerda unas conclusiones sobre Cuba cuyo punto de partida es que la situación de violación permanente de los derechos humanos, civiles y políticos en la isla es básicamente la misma, es decir, atroz. No hace falta ser un experto analista para darse cuenta de que, de los cinco puntos dedicados a Cuba, tres y medio son para recordar que la situación no avanza, que la prioridad de la Unión sigue siendo la promoción de los derechos humanos y el diálogo y la cooperación con la disidencia.

Sólo hay, por tanto, un elemento novedoso, la invitación a una delegación del Gobierno cubano para que vaya a Bruselas a establecer un diálogo sobre derechos humanos y democracia. Invitación que cualquiera que conozca un poco al totalitarismo que se gastan los castristas será, más que probablemente, rechazada por el régimen. Moratinos, sin embargo, lo vende como un gran éxito. Pero ese diálogo que tanto gusta al Gobierno de Rodríguez Zapatero no se puede decir que sea una novedad, ya que forma parte de la estrategia de la Unión Europea hacia Cuba desde la Posición Común de 1996. Lo que el Gobierno socialista pretendía en realidad, y no ha conseguido, era revisar esa Posición Común que obliga a los Estados miembro de la Unión a reunirse con la disidencia en sus visitas oficiales y que tan incómoda le es a la dictadura porque su objetivo es promover la democracia en Cuba.

El Consejo lo ha dejado bien claro: el hecho de que el régimen se haya convertido en hereditario no es óbice para hacerle un regalo pre-póstumo a la dictadura. En eso, la Unión Europea no va a estar.

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