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Agapito Maestre

¿Reforma Constitucional?

No parece lógico que los defensores del texto constitucional, a la par, exijan su reforma. Si ya la simple reforma de la Ley Electoral plantea problemas gravísimos, ¿qué decir de la reforma de la Constitución?

La reforma de los Estatutos de Autonomía, especialmente el de Cataluña, llevada a cabo por iniciativa del Gobierno ha provocado una crisis de las instituciones políticas sin parangón en nuestra corta historia democrática. Terrible es ese proceso de reformas. Aparte de poner en crisis al Tribunal Constitucional, el cuestionamiento de la Constitución de 1978, y antes que nada el modelo de Estado que allí se diseña, es la primera manifestación de una crisis histórica, objetiva y real en el sistema político, que está siendo vivida de modo tan dramático como paradójico por los demócratas españoles, pues que defienden la Constitución a la vez que exigen su reforma.

He ahí el núcleo del malestar que recorre el comportamiento político de los defensores de la Constitución: por un lado, es menester reformarla para que sus enemigos no acaben definitivamente con un texto que tanto costó consensuar en la Transición; pero, por otro lado, es necesario reformarla para fortalecer la democracia de un Estado-nación, España, cuyo ciudadanos son menos libres e iguales ante la ley cada vez que se reforma un Estatuto. Pérdida de libertades y desigualdades entre los ciudadanos de España son las peores consecuencias del "proyecto" de Zapatero para asentar un Estado asimétrico de carácter confederal, que el PSOE, en colaboración con las minorías nacionalistas, pueda manejar a su antojo.

Cualquier planteamiento de reforma constitucional en esta circunstancia histórica no deja de resultar complejo y, sobre todo, lleno de incertidumbres de carácter político y electoral. Cuando el PSOE por vías tortuosas ha violentado la Constitución, ¿puede interesarle al PP plantear la reforma de la Constitución? Esto sería para muchos, entre los que me alineo sobre todo por los tiempos electorales que se avecinan, un suicidio político para el PP, que es hoy por hoy el único defensor de la Constitución. No parece lógico que los defensores del texto constitucional, a la par, exijan su reforma. Si ya la simple reforma de la Ley Electoral plantea problemas gravísimos, ¿qué decir de la reforma de la Constitución? Mejor, dicen los más prudentes, no tocar el asunto.

Y, sin embargo, porque también la política es una cuestión de opiniones osadas y valientes, la Fundación Concordia, que preside Alejo Vidal-Quadras, la Fundación DENAES, que preside Santiago Abascal, el Foro de Ermua, que preside Mikel Buesa, la Fundación Papeles de Ermua, que preside Jon Juaristi y la plataforma Convivencia Cívica Catalana, que preside Francisco Caja, han organizado un seminario sobre Situación política actual de España y posible reforma constitucional. Entre la ciencia y la política, esta reunión, lejos de ser un pretexto para una charla veraniega, ha planteado con sensatez y realismo las siguientes cuestiones:

  1. ¿Se encuentra el sistema político surgido de la transición y fundamentado en la Constitución de 1978 en crisis tras la aprobación del nuevo Estatuto de Cataluña y de las restantes reformas estatutarias en otras Comunidades?
  2. Si la respuesta a la pregunta anterior es afirmativa, ¿es necesaria una reforma de la Constitución para afrontar dicha crisis?
  3. Tal reforma, ¿debería tener un alcance limitado en el sentido propuesto por el Informe del Consejo de Estado, o se requiere una reforma más profunda mediante el procedimiento agravado?
  4. En cualquiera de ambos supuestos, ¿cuáles serías las principales cuestiones (en el seminario salieron más de cuarenta) que deberían ser abordadas para que la reforma solucionase los problemas actualmente existentes?
  5. ¿Este proceso de reforma constitucional, ¿requeriría un Gobierno de coalición entre los dos grandes partidos de ámbito nacional o bastaría un acuerdo parlamentario entre ambos en la próxima legislatura?

Estas cinco preguntitas constituyen todo un programa de verano para no dejar de pensar nuestra endeble democracia.

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