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Juan Carlos Girauta

Qué grande

Ha de ser grande, muy grande, para no venirse abajo, para no venirse arriba, para no venirse muriendo desangrada con tanto infame como la conduce.

La prescindible ministra Álvarez no acompañó a Z a Barcelona porque, según afirma, “España es muy grande”. Cuánta razón tiene esta mujer. España es tan grande, en todos los sentidos, que sobrevive a gente como ella. Se ve España asaetada como un San Sebastián por gobernantes conchabados con sus enemigos, por ministros que al representarla allende los mares balbucean, por otros que conspiran en las sombras por encima de épocas y presidentes, por lerdos con cartera que llaman a las pateras y llenan de ahogados el océano, por ministras de la cultura del insulto, de la pasarela compulsiva o del Fomento de los socavones… y sigue España vivita y coleando. Ha de ser grande, muy grande, para no venirse abajo, para no venirse arriba, para no venirse muriendo desangrada con tanto infame como la conduce.

En la esquina de España donde he dado en nacer y en vivir, sin ir más lejos, te dejan sin luz, te arruinan el negocio, te colapsan las autopistas, te detienen los trenes, te resquebrajan los edificios, se te traga medio barrio un agujero, te abren el suelo bajo los pies como si estuvieras en el gran terremoto de San Francisco, te toman por tonto, te toman el pelo, te toman las medidas, te mienten acerca de las causas de todo ello, y, aunque nadie se crea una palabra, la vida sigue igual, como con Julio Iglesias. Y es que España es muy grande.

Muy grande y muy sufrida. Millones de españoles le han visto el plumero a los mangantes que administran sus impuestos; cuando esperan que les faciliten el acceso a la vivienda les regalan unas zapatillas, o se ven insultados en vídeos que los caricaturizan como idiotas, o comprenden que les gobierna un individuo deseoso de ganar la Guerra Civil con setenta años de retraso… y se dicen que en fin, que ya llegarán las elecciones. Hace falta ser grande.

Según donde te toque la grandeza de ser español, a la mofa y la befa se une la diaria tentativa de lobotomización por parte de unos medios comprados –o vendidos– que miran de compensar el general desastre contándote que por fin vamos a jugar a los bolos por el mundo como una nacioncilla, o que a partir de ahora todo va a ir bien porque el presidente, valiente, ha venido con cara preocupada y ha dicho cinco frases en tres cuartos de hora. Necesita medio minuto entre palabra y palabra. Qué grande.

En España

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