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José García Domínguez

Presagios de guerra civil

Según el modosito Macias, "habrá una guerra civil en la próxima generación, a veinticinco años vista" si el PP no renuncia a la provocadora ocurrencia de que el español también pueda ser utilizado como lengua de aprendizaje en todas las escuelas de España

Pere Macias, el segundón del pío Duran en la candidatura al Congreso de CiU, es uno de esos nacionalistas tan pulcros y modositos que tanto gustan en ciertos despachos de Génova. Bon noi de capital de comarca, espabilado, trabajador, siempre atento con las ancianas que quieren cruzar la calle, impecablemente uniformado de Massimo Dutti, socio de la tribuna del Barça y, encima, con maña para defenderse con la paleta del pescado, el Pere encarna el paradigma de ese yerno ideal soñado por todas las madres de las oficiales administrativas de segunda con plaza fija en La Caixa y en edad de merecer.

Nada que ver, pues, con la tosca garrulería de los machos alfa de la Esquerra. Nada que ver, entre otras cosas, porque los legítimos legatarios de Terra Lliure todavía no nos han amenazado con una guerra civil, tal como acaba de anunciarnos ese moderado putativo que habla por Mas y responde por Pere. Así, según el modosito Macias, "habrá una guerra civil en la próxima generación, a veinticinco años vista" si el Partido Popular no renuncia a la provocadora ocurrencia de que el español también pueda ser utilizado como lengua de aprendizaje en todas las escuelas de España.

Y por largo que nos lo fíe, si tal como augura el Pere la contienda ha de ser civil, deberemos inferir que la leña se repartirá sólo entre catalanes. Porque bien sabe el marcial Macias desde sus tiempos de pequeño chupatintas en el Ayuntamiento de Olot que las palabras las carga el Diablo. De ahí que nunca hubiese incurrido en un pecado de lesa patria (chica) como el de incluir dentro de nuestra civilizada civilidad a los habitantes del otro lado del Ebro, o sea, els espanyols. Lo que aún no nos ha aclarado es quiénes combatiremos en cada frente, y contra quién. Porque, tal como esté el patio, las posibilidades –los escenarios, que diría un cretino– empiezan a ser tan ricas y variadas como el mapa lingüístico de Zambia, paisito que disfruta del preciado tesoro de alojar a más de setenta idiomas distintos dentro de un único estado en quiebra.

Aunque lo más divertido sería colocar en una trinchera a la ingente prole de Montilla, de Mas, de Duran y del propio Pere, que habla y escribe con soltura dos idiomas universales, además del sermo vulgaris doméstico. Y, en la de enfrente, situar al atrabiliario ejército de los deslenguados por la inmersión; uno que agrupase tanto a los pequeños monolingües en catañol del cinturón de Barcelona como a sus iguales de la Cataluña interior, esa otra pobre carne del cañón nacional-sociolingüístico que cree expresarse en castellano cuando dice "en póngame una Coca-Cola" o "no cal que vengas".

Oi que si, Pere?

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