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José García Domínguez

Rubio Llorente, nuestro Poncio Pilatos

Hombre prudente donde los haya, don Francisco no se moja nunca. Jamás.

De muy antiguo es fama que los de Bilbao pueden nacer en cualquier parte. Pero yo creo que los que de verdad podemos venir al mundo donde se tercie somos los gallegos. He ahí, sin ir más lejos, don Francisco Rubio Llorente, un ilustre gallego de Badajoz que en tiempos presidió el Consejo de Estado. Don Francisco, como nuestros paisanos de las novelas de Cela, barrunta eso tan galaico de que Dios es bueno, aunque el Diablo, sabe usted, tampoco es malo. Hombre prudente donde los haya, don Francisco no se moja nunca. Jamás. Así, cuando La Vanguardia le pide opinión sobre la bullanga secesionista en fecha tan señalada como el día de san Jorge, Rubio Llorente, todo un exvicepresidente del Tribunal Constitucional del Reino de España, se pone a tararear una muñeira.

Y es que don Francisco, sépase, no está ni con los unos ni con los otros. En los gallegos de la cuerda de don Francisco pensaría, sin duda, Juan de Mairena, aquel profesor de gimnasia y retórica, antes de sentenciar que siempre resulta mucho más cómodo mantenerse au dessus de la mêlée que a la altura de las circunstancias. Ocurre, decíamos, que el magistrado Rubio Llorente no está ni con España ni contra España. Una exquisita equidistancia que, por cierto, olvidó mencionar durante los muchos años en que esa misma España premió sus servicios con los más altos honores y empleos institucionales. Para don Francisco, pues, lo que acontece es una trifulca entre

dos nacionalismos de signo contrario, pero de muy semejante naturaleza. Nacionalismos de gritos y banderas, con más sentimientos que razones (…) Esta naturaleza común se proyecta en los argumentos utilizados de [sic] una y otra parte.

Resulta que para todo un presidente del Consejo de Estado propugnar un golpe de eso mismo, de Estado, semeja proceder igual de legítimo y honorable que defender el orden constitucional con los instrumentos que provee la legalidad. Para el bueno de don Francisco, son idénticas la naturaleza moral de cuantos promueven una asonada subversiva y la de quienes se oponen a ella desde la defensa del ordenamiento jurídico de nuestra democracia. "Los mismos perros con distintos collares", acaso cavile para sus adentros Rubio Llorente desde su delicada torre de marfil. En su día, otro gallego notorio, Valle Inclán, espetó aquello tan célebre: "¡Don Latino de Hispalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!". Para mí que estaba pensando en don Francisco.

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