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Daniel Rodríguez Herrera

Habrías usado la tarjeta 'black', y lo sabes

No me conteste a mí, pero hágase a usted mismo esta pregunta, e intente contestarla con sinceridad: ¿de verdad no la habría usado jamás?

No me conteste a mí, pero hágase a usted mismo esta pregunta, e intente contestarla con sinceridad: ¿de verdad no la habría usado jamás?

Mirando con cierta perspectiva, el sector financiero español no ha salido tan mal parado como sus congéneres europeos del estallido de la burbuja. Bueno, para ser exactos, el sistema financiero privado español. Pero la mitad de nuestra banca estaba formada por cajas, entidades públicas controladas por políticos y sindicalistas. Contrariamente a la sabiduría popular, no hemos tenido que poner un duro para rescatar bancos, pero sí que ha habido que soltar decenas de miles de millones para rescatar cajas. Sí, para rescatar esa banca pública por la que suspiran Pablo Iglesias y Alberto Garzón como solución a nuestros males.

El caso más escandaloso ha sido el de Bankia por ser la entidad más grande, aunque comparativamente haya otros peores, como los de la CAM y Catalunya Caixa. Construida con los restos de Cajamadrid y Bancaja, bajo la errónea suposición de que juntar desastres los solucionaba, cuando lo único que hacía era crear un desastre mayor, Bankia nos ha costado unos 22.000 millones de euros. Es posible que Goirigolzarri logre devolver una parte, o casi todo. Pero resulta que el gran escándalo son los 16 millones de euros que los consejeros de Cajamadrid gastaron sin declarar a Hacienda durante los últimos años. Una cifra que supone el 0,07% del total del rescate, pero que parece que fuera la causa de todos nuestros males. No lo es: el problema fue la gestión de las cajas y el sistema de incentivos perverso de la banca pública.

Es el problema de que nuestra capacidad de escándalo, la mía la primera, se mueva por motivos emocionales más que racionales. Pero ese insoportable tonillo de altura moral que pone todo el mundo al hablar de este caso me obliga a poner un pero. No digo que lo que ha hecho esta gente esté bien, porque no lo está, especialmente en el caso de Rato y Blesa. Pero haz un experimento mental. Ponte en la posición de un consejero recién nombrado. Te dicen que tus dietas son tanto y que tienes una tarjeta a su disposición para gastos personales. No me contestes a mí, pero hazte esta pregunta, e intenta contestarla con sinceridad: ¿de verdad no la habrías usado jamás?

La respuesta en el caso de Cajamadrid es clara. De 86 consejeros, 83 las usaron en mayor o menor medida. Pero eso es porque son casta, gentuza, no como los honrados ciudadanos de a pie. Sí, claro. Esos honrados ciudadanos de a pie fueron los mismos que, hace año y medio, se abalanzaron a sacar dinero de los cajeros de Caja Canarias cuando se extendió el rumor de que salía gratis y no se reflejaba en la cuenta. Es decir, cuando los honrados ciudadanos españoles creyeron que podían robar sin que nadie les pillara nunca hicieron colas interminables, con periodistas entrevistándoles sin que ni los unos ni los otros pensaran siquiera en la inmoralidad de lo que estaban haciendo. Aquello sí que fue un experimento sociológico, y no los de Mercedes Milá.

El comportamiento y la catadura moral de unos y otros es la misma, pero nuestra valoración no tiene nada que ver. Porque tenemos un sesgo, más o menos consciente, contra quienes tienen más dinero que nosotros. La culpabilidad o inocencia moral no tiene que ver con lo que hayan hecho. Si son ricos son culpables. Si son más como nosotros, pues no, porque, oye, me pongo en su situación y quizá hubiera hecho lo mismo. Y no hay más.

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