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Elías Cohen

Una expresión coloquial

No cabe la justificación en la 'herencia recibida'. Fue realmente vergonzoso que Mariola Vargas utilizara esa expresión.

Mariola Vargas, ya alcaldesa de Collado Villalba, defendió su honestidad y valía para el puesto ante el examen de sus compañeros de partido afirmando que no es "un perro judío". La mayoría de los periódicos y televisiones que cubrieron el nuevo trámite anticorrupción establecido por el PP no repararon en la expresión de marras; alguno que presumiblemente hubiera ido a todo trapo contra cualquier expresión racista de una candidata del PP la calificó, simplemente, de polémica. La reacción de los otros partidos fue prácticamente nula, con lo que nos dejaron en la inocente duda de cómo habrían actuado si la expresión en cuestión hubiera sido homófoba, o en contra de otro colectivo, como el musulmán o el gitano.

Los judíos tienen la lección bien aprendida y muestran tolerancia cero ante este tipo de manifestaciones. Como recuerda Woody Allen en Scoop, los judíos somos muy pesados enviando cartitas. Mariola Vargas contestó así a la que le envió la Federación de Comunidades Judías de España, que le pedía una disculpa y una rectificación: "Utilicé una frase hecha de nuestro lenguaje de forma desafortunada". Posteriormente insistió ante los medios: "Utilicé una expresión coloquial, muy madrileña, pero muy desafortunada".

Dejando de lado eso de que es una expresión muy madrileña (como si tuviera el mismo rango que "mola mazo"), es cierto que es bastante coloquial. En España sabemos bien de la utilización de expresiones de marcado corte judeófobo: "perro judío" o “judiada” son clásicos imperecederos, que por otro lado no hacen del emisor un antisemita per se. Véase el caso de José Antonio Monago, quizá uno de los políticos españoles en activo más simpatizantes con Israel, que el pasado 5 de febrero utilizó la expresión "mercado de judíos" en referencia a la financiación autonómica. Monago decoró su opinión sobre las actuales balanzas fiscales, que según él dan lugar a un egoísmo exacerbado, utilizando la palabra que su pensamiento asocia a egoísmo: judíos. Pidan disculpas o muestren su palmarés de simpatías por Israel y los judíos, Monago y Vargas asocian a los judíos ciertas malas artes y actitudes.

El escritor neoyorquino Christian Nestell Bovee dijo que "el lenguaje denota al hombre", pero hacía alusión a la pertenencia a una determinada clase social y no a la condición humana del emisor. En una definición más atinada, Samuel Johnson, uno de los grandes nombres de las Letras británicas, afirmó que el lenguaje es "el vestido del pensamiento". Sin pretender caer en la costumbre patria de la todología -de todo sé, de todo opino-, Johnson, presumo, tenía razón: el lenguaje es el envoltorio que utilizamos no ya para expresar, también para decorar, nuestro pensamiento.

Es menester ser justos y aplicar la tesis del doctor Johnson a las expresiones que nos ocupan. Ese antisemitismo en el lenguaje reside en el imaginario popular, heredero de una tradición de 500 años sin presencia judía en la Península pero donde se ha asociado a los judíos con la maldad, la avaricia, la traición y el egoísmo. De ahí que judío sea una palabra despectiva para definir ciertas actitudes: "Deja algo de propina, no seas judío". Algo similar sucede en la celebración tradicional de beber limonada en las calles del Barrio Húmedo de León durante la Semana Santa. Matar judíos está en el lenguaje, está en la tradición y en el folclore, y, pese a su terrible significado, los leoneses lo asocian a ir a beber limonada.

Con todo, no cabe la justificación en la herencia recibida. Fue realmente vergonzoso que Mariola Vargas utilizara esa expresión. Un representante público no debe utilizar expresiones cavernarias que tanta sangre encierran en su historia. "Perro judío" es una expresión racista, que evoca unos tiempos oscuros y ominosos en que los judíos eran perseguidos, torturados y expulsados de la Península.

Esta herencia recibida es también una forma, aunque pueda ser inconsciente, de mantener latentes actitudes antisemitas. A este respecto, la Liga Antidifamación publicó en junio un estudio sobre las actitudes antisemitas en todos los países del mundo y España no salió bien parada: es el tercer país en Europa con más prejuicios contra los judíos. Por otro lado, en una encuesta del Observatorio Escolar del Ministerio de Educación llevada a cabo en 2010 entre 23.100 estudiantes de secundaria, uno de cada dos dijo que no compartiría pupitre con un judío. En un país como España, donde la comunidad judía no es muy numerosa, estas actitudes encuentran explicación en las expresiones coloquiales, que mantienen vivos los prejuicios contra los judío

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