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Carmelo Jordá

Orgullo por los gays en Jerusalén

¿Si ustedes fuesen gays dónde creen que vivirían mejor, en Jerusalén o en Teherán?

Probablemente ningún país, no ya en Oriente Medio sino en todo el mundo, tiene la variedad social que puede encontrarse en el minúsculo territorio de Israel: personas llegadas de todos los continentes conviven aportando cada uno de ellos su cocina, su acento, sus costumbres y, en suma, su propia forma de ver el mundo.

Entre los ocho millones de habitantes del Estado hebreo hay gente cuyo modo de vida difiere en un grado superlativo: que profesan distintas religiones o que no profesan ninguna y, dentro de los primeros, algunos para los que su fe es el eje central de la existencia y otros muchos para los que, siendo importante, es sólo un elemento más de una vida en la que hay muchas más influencias.

De hecho, en los puntos más lejanos de este variadísimo abanico social encontramos posturas aparentemente irreconciliables: por ejemplo, aquellos que desean vivir de forma abierta y pública su homosexualidad y aquellos que consideran ese comportamiento una aberración pecaminosa.

Por supuesto esta convivencia no es siempre sencilla y los debates sociales en Israel son de una profundidad y, en ocasiones, de una virulencia verbal y argumental insólitas, pero el gran milagro de ese pequeño país es que, con las dificultades lógicas, la verdad es que la inmensa mayoría de los israelíes convive pacíficamente con sus compatriotas.

Hablo de todo esto a colación del lamentable atentado que ha cometido este jueves un perturbado durante la marcha del orgullo gay en Jerusalén. Se da la circunstancia de que el delincuente es un hombre que ya había sido condenado por unos hechos similares ¡hace diez años! Un tiempo que, por cierto, ha pasado en prisión cumpliendo su pena.

Es decir, que sólo ha habido dos ataques de este tipo y los dos son obra del mismo hombre, que ya fue condenado judicialmente y que ya ha sido detenido y ya ha recibido durísimas criticas de los principales políticos israelíes, incluyendo el primer ministro.

Piensen en esto cuando lean ustedes los titulares y los sesudos análisis que pretenderán convencerle de que Israel es un país intolerante y cerril. Y, sobre todo, piensen que sólo unos kilómetros más allá, en Gaza y en Amman, o en El Cairo, La Meca o Teherán no hay ataques al orgullo gay porque es totalmente imposible celebrar esa fiesta en países en los que la homosexualidad es un delito que incluso lleva a muchas personas a acabar sus vidas colgando de una grúa.

Dicho de otra forma: ¿si ustedes fuesen gays dónde creen que vivirían mejor, en Jerusalén o en Teherán? Cuando lo piensas un poco es fácil saber qué país es de verdad tolerante y cuáles no.

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