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Juan Carlos Girauta

La principal libertad de la ministra

El problema es que la libertad sexual primaría sobre el derecho a la vida y a la integridad física y moral del artículo 15 de la CE, noticia que será recibida con alegría en algunas celdas.

Si le concediéramos a la ministra de Cultura y de los ratoncillos el beneficio de la duda, si le supusiéramos a su pensamiento una estructura mínima, merecería la pena profundizar en la notable afirmación de que la principal libertad es la libertad sexual. Me encantaría hacerlo, pues la cosa da de sí, sumándome a los siempre brillantes escritos de Pío Moa y José Carlos Rodríguez. Pero me falta fe. No logro imaginar a esa malgastadora compulsiva de dinero "que no es de nadie", a esa mina de los humoristas, a ese pozo de chistes, siguiendo un orden tan tradicional y reaccionario como pensamiento-palabra.

Entiéndanme. La puedo imaginar repitiendo una consigna, o la idea fuerza del día ofrecida por un asesor con el desayuno. Por ejemplo, la ministra se lee un par de veces una cuartilla, coge, sale, se dirige al primer micrófono y, según lo convenido lanza: "El pecio es nuestro". Confirmando la existencia de una píldora, lo repite como una muletilla. El pecio es nuestro. Bien. Otra cosa es ponerla a improvisar.

Es lástima que detrás de la consagración de la libertad sexual como valor cívico y moral máximo no haya más que la bruma mental de una alérgica a las ideas. Porque en caso contrario sería exigible la ajustada descripción técnico jurídica del alcance, significado y protección de tan magna libertad. Siendo máxima, pasaría por encima de todas las demás; no sé si la ministra puede seguir este razonamiento. Siendo máxima, todo el resto de libertades y derechos vendría detrás. ¿Me sigue la ministra? ¿Hay alguien ahí?

El problema es que la libertad sexual primaría sobre el derecho a la vida y a la integridad física y moral del artículo 15 de la CE, noticia que será recibida con alegría en algunas celdas. Primaría sobre el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen del artículo 18. Que sí, Calvo, que sí; "máxima" quiere decir eso. Se impondría a la inviolabilidad del domicilio y al secreto de las comunicaciones, amén de excluir las limitaciones al uso de la informática que prevé el art. 18.4.

Pero quizá la hipotética ministra pensante no incluyera los "derechos" y, en un interesante giro doctrinal, colocara la principal libertad sólo por encima de lo que la Constitución llama "libertades". Asunto peliagudo cuando se maneja el Capítulo Segundo del Título I: "Derechos y libertades" son un cóctel jurídico sagrado e indivisible. Pero dos beneficios de la duda son demasiado. Simplemente se puso estupenda junto a Zerolo. No sé a ellos, pero a ellas las enloquece, el tío.

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