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Jeff Jacoby

Ciencia, células madre e "ideología"

Es el hombre quien debe dominar la ciencia, no al revés. La investigación científica sin cortapisas no siempre es moralmente neutral, ni tampoco un fin suficiente en sí y por sí mismo.

Hace unas semanas, el presidente Bush vetó por segunda vez una ley que hubiera expandido la financiación federal a la investigación con células madre embrionarias. Reiterando una postura que anunció por primera vez en el 2001, el presidente dijo que, aunque apoya (y su administración financia) la investigación con células madre extraídas de embriones que ya no son viables, no utilizará el dinero del contribuyente para trabajos que necesiten destruir embriones adicionales.

"Destruir vida humana con la esperanza de salvar vidas humanas no es ético, y no es la única opción que tenemos", dijo Bush. Con ello se refería a los prometedores avances en la tecnología de las células madre como, por ejemplo, el descubrimiento de que se pueden cultivar a partir del líquido amniótico sin poner en peligro a ningún embrión. La ley vetada habría apoyado la investigación con células madre extraídas de embriones sobrantes de las clínicas de fertilidad que de otro modo son desechados. No obstante, en opinión de Bush, eso "cruzaría una línea moral y ética".

Las células madre podrían eventualmente ser la clave para tratar cuadros devastadores como la enfermedad de Alzheimer, el Parkinson o las lesiones medulares. Las encuestas muestran un amplio apoyo a este tipo de investigación, de modo que los críticos de Bush no han dudado en meterse al bollo. A los demagogos casi han llegado a decir que, si no fuera por Bush, habría menos personas hoy sufriendo de terribles enfermedades. ("Si hacemos... el trabajo que haremos cuando John Kerry sea presidente, las personas como Christopher Reeve van a caminar, se levantarán de esa silla de ruedas y caminarán de nuevo", dijo John Edwards el 11 de octubre de 2004.)

La verdad es que no comparto la postura de Bush. Desde mi punto de vista, un embrión microscópico desechado procedente de una fertilización in vitro que comprende un par de cientos de células sin diferenciar no es un ser humano con un derecho inalienable a la vida. Pero tampoco carece de cualquier significado. No trazaría "la línea moral y ética" donde Bush la ha puesto, pero ciertamente esa frontera existe y está en alguna parte. Un embrión humano no es simplemente otro suministro de laboratorio o cualquier tipo de materia prima que pueda ser manipulada y destruida a voluntad. Incluso en forma naciente, la vida humana debe ser tratada con dignidad y atención. El cómo y bajo qué circunstancias los embriones pueden pasar al laboratorio para extraerles sus células madre no es sólo una cuestión científica. Es en primer lugar una cuestión de ética y moral y de los valores bajo los que deseamos vivir.

¿O no? A juzgar por las críticas al veto de Bush a las células madre, parece que nada queda por encima de las reivindicaciones de la ciencia y que sólo un radical pensaría lo contrario. "Con un golpe de bolígrafo", embistió el gobernador de Nuevo México Bill Richardson, "el presidente Bush ha ignorado la ciencia, apoyado una ideología fuera de lugar y dado la espalda a los millones que esperan beneficiarse de la investigación con células madre". De manera similar, el líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, atacó a Bush por "anteponer su estrecha ideología a salvar vidas". También lo hizo la senadora Hillary Clinton: "Esto no es más que un ejemplo de cómo el presidente antepone la ideología a la ciencia". Y el senador Barack Obama: "La promesa que suponen las células madre no procede de ninguna ideología particular; es el juicio de la ciencia, y nos merecemos un presidente que coloque ese juicio en primer lugar."

Lo que todas estas declaraciones tienen en común es su uso peyorativo de la palabra "ideología" para definir los principios y valores éticos que han guiado el pensamiento de Bush en el tema de las células madre. Tratan la ciencia como un bien absoluto y reprochan a la Casa Blanca dejar que las dudas éticas frenen el progreso científico. Pero no toda ciencia es progreso y no todas las dudas éticas son obstáculos.

Es el hombre quien debe dominar la ciencia, no al revés. La investigación científica sin cortapisas no siempre es moralmente neutral, ni tampoco un fin suficiente en sí y por sí mismo. Todos queremos que las enfermedades se curen y que las vidas se prolonguen, pero existen límites éticos sobre lo lejos que podemos llegar para adquirir conocimientos que puede que un día salven vidas humanas. La investigación con células madre embrionarias, como observa Bush, está en los límites de una serie de peligros morales. Decirlo no es "ideología" ciega.

"No hace falta recurrir a la religión para echarte a temblar ante la idea de la investigación irrestricta con embriones", escribió el pasado enero Charles Krauthammer, médico y antiguo miembro del Consejo de Bioética del presidente. "Basta con tener en cuenta la capacidad del hombre para hacer el mal cuando persigue el bien. Una vez hayamos adoptado la postura de esos defensores de la investigación con células madre que consideran los embriones un mero tejido desechable sin más valor que el que tiene un panadizo, entonces todas las barreras se habrán venido abajo. [...] Es una pendiente muy resbaladiza."

Yo no habría vetado la ley que rechazó Bush. No obstante, aprecio su esfuerzo por frenar nuestro camino por esa pendiente resbaladiza. Cuando la ciencia tira de nosotros hacia un mundo feliz de vidas humanas prefabricadas es más urgente que nunca que los límites morales no se ignoren al hacer políticas biomédicas.

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