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EDITORIAL

De la soberanía fiscal a la España "ingobernable"

La ruptura del principio de unidad del sistema tributario traerá más inseguridad jurídica y menos cohesión

Una de las razones por las que el cambio de régimen se está consumando en España sin apenas resistencia popular es porque sus consecuencias aún tardarán en notarse en la vida contante y sonante de la gente. Los efectos ya están incubados, y serán devastadores para la libertad personal, las oportunidades y la calidad de vida de cada uno, particularmente de los más pobres y alejados de las oportunidades, pero la misma radicalidad de las reformas y una situación económica todavía estable en la superficie de las decisiones cotidianas del público, difieren al medio plazo el estallido de la crisis. La creación de la Agencia Tributaria catalana, prevista en el impugnado Estatuto soberanista, es apenas el primer zarpazo de lo que el futuro reserva a los españoles, y también un elocuente símbolo de que la Constitución y España han pasado a mejor vida por la puerta de servicio.

Las consecuencias del derribo de la unidad fiscal (uno de los pilares de la prosperidad y la libertad de la que disfrutamos gracias a la Constitución, con las singularidades tasadas de los fueros navarros, vascos y canarios, por razones históricas) serán, entre otras, una mayor inseguridad jurídica, una menor cohesión entre habitantes de unas regiones y otras, nuevos conflictos entre comunidades por el reparto de la tarta financiera, deslocalización de inversiones, contribuyentes más pobres y, por descontado, nuevas oportunidades de corrupción al calor de los servicios de inspección tributaria en manos de Administraciones nacionalistas acreditadamente corruptas, y arbitrarias hasta las cachas.

Como ha alertado el profesor Juan Velarde este jueves, en declaraciones a Libertad Digital desde el Campus FAES, acaba de abrirse una puerta que hará "ingobernable" España en materia de impuestos. La plena soberanía fiscal catalana, objetivo que el Tripartito pregona sin recato, asesta la puntilla a un Estado herido de muerte por el cambio de régimen por la espalda que José Luis Rodríguez Zapatero ha puesto en marcha. Volvemos al sistema de balanza de pagos entre regiones, un polvorín conectado a las bases de nuestra convivencia.

El hecho de que lo peor de la crisis nacional esté aún por venir, ha permitido a un cínico y ventajista Zapatero proclamar, en el reciente debate sobre el estado de la Nación, que Rajoy se ha equivocado en su profecía apocalíptica sobre la ruptura de España. En España, parece que no pasa nada, y menos aún en vacaciones, pero el hito de la Agencia Tributaria soberanista catalana desborda los peores presagios de Rajoy y de cualquier analista con sentido común que haya seguido honradamente la agenda de este presidente desbocado. La España que conocíamos, y por la que firmamos el contrato social de la Constitución, ha dejado de existir, aunque aún no nos haya llegado la factura.

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