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Jeff Jacoby

Prejuicios contra los mormones

Todos los aspirantes presidenciales han hecho su aportación al mundo de la política, los negocios, el ejército o la ley. Eso es lo que debería preocupar a votantes y periodistas, no lo que piensen de Jesús o Joseph Smith.

Los prejuicios contra los mormones levantaron cabeza durante la primera campaña política de Mitt Romney, cuando se presentó al Senado en 1994 al Senado contra Ted Kennedy. Por aquel entonces se manifestaba normalmente no como oposición a la religión de Romney per se, sino a las opiniones políticas conservadoras de la Iglesia Mormona, las cuales, como creyente mormón, se presumía que Romney compartía.

No obstante, en algunos casos excepcionales el prejuicio abierto contra el mormonismo se mostraba en todo su esplendor. El sobrino de Kennedy, el entonces congresista Joseph Kennedy, se despachó contra el candidato por pertenecer a "un club de blancos" en el que negros y mujeres eran "ciudadanos de segunda". Vincent McCarthy, un importante activista progre, mostró aún más desprecio. "Siempre he encontrado una deliciosa ironía" escribió con desdén en el Boston Globe, "que una iglesia fundada en la poligamia sea tan inflexible con el sexo fuera del matrimonio y la homosexualidad".

Pero fueron las excepciones. Aunque la religión de Romney se mencionó con frecuencia, condenarlo explícitamente por su religión era un tabú casi universal. "En 1994", escribí en aquel momento, "nadie se atreve a sugerir que Romney no puede ser senador por el mero hecho de ser mormón". En cambio, trece años más tarde la hostilidad contra los mormones no tiene tantas inhibiciones:

  • En Florida, el televangelista Bill Keller informa a los 2,4 millones de suscriptores de su boletín electrónico: "Si votas a Mitt Romney, estás votando a Satán."
  • Otro líder evangélico, el presidente del Seminario Teológico Baptista, reverendo Philip Roberts, afirmó en una conferencia cristiana internacional que la afirmación de los mormones de ser la verdadera Iglesia cristiana es la "primera y principal razón" detrás de la oposición evangélica a la candidatura de Romney.
  • Associated Press informa que un viaje de Romney a New Hampshire "comenzó con una nota amarga" cuando Al Michaud, residente de Dover y que se identifica como progresista, gritó "No votaré a un mormón" y rechazó estrechar la mano de Romney.
  • En el condado de Warren, Iowa, el jefe local de la campaña presidencial del senador John McCain ha dicho a los activistas republicanos que la Iglesia mormona financia a la organización terrorista Hamás y trata a las mujeres como lo hacían los talibanes en Afganistán.
  • Al Sharpton, durante un debate con el ateo Christopher Hitchens y sin que viniera a cuento, dijo de Romney: "En cuanto al mormón que se presenta, aquellos que de verdad creen en Dios le derrotarán de todos modos."
  • El Politico, un popular e-zine de Washington, publicó un ensayo del veterano estratega demócrata Garry South, que afirma que Romney debería ser obligado a reconocer si "cree personalmente" en "las ofensivas" enseñanzas del mormonismo sobre que las demás creencias cristianas son "una abominación".

Como alguien que cree que aquellos que están en la esfera pública deberían ser juzgados por su comportamiento, no por su teología, esperaba que tan deplorables reacciones a la candidatura de Romney hubieran desaparecido ya. Desgraciadamente, no es eso lo que ha pasado. Entre un cuarto y un tercio de los encuestados repiten en varios encuestas distintas que es improbable que voten a un mormón para presidente. En una encuesta de junio realizada para el Washington Post y ABC News, el 70% de los republicanos decía que era "menos probable" que votaran a un mormón; de entre ellos, la mitad –en total, un republicano de cada seis– afirmaba que "no veía ninguna posibilidad" de que depositara su voto a un candidato mormón.

Al final, por supuesto, podría habría mucha menos oposición de la que parece. En 1960, alrededor del 30% de los encuestados decían que no votarían a un católico. Eso no impidió a John F. Kennedy llegar a la Casa Blanca.

Dos meses antes de las elecciones, JFK cogió por los cuernos "el tema católico" en un discurso ante la Greater Houston Ministerial Association. Ese discurso, que sin duda Romney y sus asesores han leído con atención, venía a decir que oponerse a un candidato a cualquier cargo político únicamente a causa de su religión era profundamente antiamericano. "Si estas elecciones se deciden sobre la base de que 40 millones de americanos perdieron su opción a ser presidentes el día en que fueron bautizados", dijo Kennedy, "entonces es la nación entera la que perderá".

Eso no significa que los votantes nunca deban prestar atención a las creencias espirituales de un candidato, o que quienes suscriben credos minoritarios que no resultan familiares a la mayoría no deban esperar que se les pregunte por ellos. La cultura civil de América siempre se ha tomado en serio la religión y los candidatos que no se adscriben a las religiones más habituales naturalmente atraerán un escrutinio extra.

No obstante, las campañas electorales se hacen para elegir líderes políticos, no papas. El historial público de un candidato tiene mucha más importancia de cara a su aptitud para el cargo que sus devociones privadas. Todos los aspirantes presidenciales, Romney incluido, han hecho su aportación al mundo de la política, los negocios, el ejército o la ley. Cada uno tiene una larga historia detrás. Eso es lo que debería preocupar a votantes y periodistas por encima de todo, no lo que piensen de Jesús o Joseph Smith.

Los redactores de la Constitución prohibieron las declaraciones religiosas como requisitos para ostentar un cargo político, y por buenos motivos: lo que crea un candidato sobre la otra vida no es ni de lejos tan importante como el la manera en que vive su vida aquí y ahora. Eso es tan cierto hoy del republicano de Massachusetts que resulta que es mormón como lo fue hace cuarenta y siete años del demócrata de Massachusetts que resulta que era católico.

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