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Carlos Semprún Maura

El reino de taifas

Permitiéndome un toque de frivolidad, me pregunto si nadie podría aconsejar a Cecilia Sarkozy cómo vestirse. Una vez más, parecía que le había robado su vestido a mi tía Mercedes.

Nicolas Sarkozy, al homenajear a Dominique Strauss-Kahn como invitado de honor a las fiestas del 14 de julio (con Durão Barroso y algunos más), le ha dado el beso de Judas sepultando sus ambiciones en las filas del sectario PS. Claro que, si no es elegido director general del FMI, porque no vota sólo la UE, Strauss-Kahn tendrá cinco años para recuperarse. Y en política se han visto semejantes altibajos.

El caso es que la política de apertura del presidente ha convertido el PS en un reino de taifas. Al cursi de Jack Lang le amenazaron con expulsarle de la dirección si se le ocurría aceptar la propuesta de Sarkozy de participar a la comisión sobre la reforma de las instituciones, presidida por Édouard Balladur y que cuenta ya con varios socialistas. Enfurecido, Lang ha dimitido de la dirección del PS y ha hecho un llamamiento público a una dimisión colectiva de todos los integrantes de los órganos dirigentes del partido. Borrón y cuenta nueva. Pero se ha quedado solo. Todo el trabajo de "renovación" del PS se centra en saber si Lang tiene razón o no.

Los incidentes de este tipo son múltiples y el partido socialista reacciona como un boxeador noqueado pero aún de pie. Cabe preguntarse a quién beneficia dicha apertura. Por ahora, desde luego, a Sarkozy, que siembra discordia en el seno del PS y al que además apoya la opinión pública, pero a la larga puede, desgraciadamente, beneficiar a Ségolène Royal, que se pretende alejada del barullo, cuando es una de las culpables de la crisis por su desprecio por su partido, su postura altanera y su soberbia, así como su ausencia abismal de ideas. Y no se ve solución a corto plazo porque el PS no hará nada antes de las municipales de 2008, que esperan ganar.

Nadie parece haberse fijado en el simbolismo, totalmente contradictorio, de estas fiestas nacionales del 14 de julio. Por la mañana hubo desfile militar por los Campos Elíseos. Esto es ya un ritual, pero por primera vez desfilaron representantes de los ejércitos de los 27 países de la UE, para dejar claro que Francia está haciendo (y dirigiendo) Europa. Desde luego, no hay campo de batalla, actual o futuro, en el que ondearían juntas las 27 banderas de la UE porque no hay ninguna Europa de la Defensa ni política exterior común. Es mero espectáculo.

El concierto popular y exitoso, al final de la tarde en el Champ de Mars, se llamaba Concierto de la Fraternidad, para recordar a Robespierre y su fraternidad de las guillotinas, pero por la mañana, en la plaza de la Concordia, un coro infantil y católico, los Petit Chanteurs de la Croix de Bois, cantó en francés el Himno a la Alegría. Además, la garden-party en los jardines del Palacio del Eliseo fue compasiva y cristiana: se honró a los minusválidos y a los "héroes anónimos" (Strauss-Kahn no estaba en ninguna de las dos categorías). Permitiéndome un toque de frivolidad, me pregunto si nadie podría aconsejar a Cecilia Sarkozy cómo vestirse. Una vez más, parecía que le había robado su vestido a mi tía Mercedes.

Volviendo a cosas presuntamente más serias, que yo sepa nadie ha respondido a la retahíla indignada del PS por aquello de "los regalos fiscales a los ricos". Lo que me pregunto es: si los impuestos podían alcanzar el 80% de las ganancias anuales de algunas personas (yo no, desde luego), los salarios mínimos seguían igual de mínimos y ni siquiera se reducía la deuda pública, ¿qué ha hecho Hacienda con todo ese dinero? ¿Regalar pirulís a los funcionarios?

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