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Carlos Ball

El reto del siglo XXI

R. C. Hoiles (1878-1970), fundador de Freedom Communications (red de periódicos y estaciones de televisión), mantenía que entre una escuela pública y un prostíbulo prefería al segundo porque la gente era libre de asistir o no.

Los avances empresariales y tecnológicos disparan nuestro bienestar y optimismo, mientras que el aumento de la coerción gubernamental, a través de la multiplicación de reglamentos, permisos, impuestos y prohibiciones, desanima y obstaculiza la labor de emprendedores y de la gente en general, frenando la inversión, el desarrollo y la creación de empleos mejor remunerados.

Estamos acostumbrados a oír que todo lo que hacen los gobiernos es en nuestro beneficio. Si se cae un puente, hay que aumentar el impuesto a la gasolina para que el Gobierno pueda reparar y mejorar el sistema vial y si mueren trabajadores en una mina de carbón, hay que imponer regulaciones adicionales a esa industria.

Desde luego que en las escuelas públicas no se enseña sobre las consecuencias negativas del Gobierno grande y todopoderoso, como tampoco respecto a las ventajas del libre comercio y de la libertad individual. La razón es que el sistema educativo es un virtual monopolio estatal y los sindicatos de maestros suelen odiar la libre competencia. Así vemos que las escuelas en Estados Unidos no están enseñando lo que los niños necesitan aprender desde pequeños para tener éxito en la vida, en un mundo crecientemente competitivo y globalizado. Y a los padres les horroriza ver que sus hijos menores reciben más horas de clases sobre sexualidad y amenazas al medio ambiente que en lectura, escritura, ciencias y matemáticas.

El ciudadano común no puede darse el lujo de pagar los impuestos que van a financiar la educación pública "gratuita" y además inscribir a sus hijos en colegios privados, por lo que estos quedan exclusivamente para los hijos de los ricos y de los políticos. En Washington, por ejemplo, ningún senador ni alto funcionario del Gobierno manda a sus hijos a una escuela pública. Pero tampoco se atreven a hablar de la privatización de la educación, con lo que todos podrían gozar de buena educación, al desaparecer los malos colegios, igual como desaparecen del mercado los productos y servicios de inferior calidad.

Desde el siglo XIX, el correo y las escuelas han sido monopolios políticos intocables y, como todos los monopolios, son malos e ineficientes. En otros tiempos, cuando los dueños de periódicos se atrevían a decir exactamente lo que pensaban, R. C. Hoiles (1878-1970), fundador de Freedom Communications (red de periódicos y estaciones de televisión), mantenía que entre una escuela pública y un prostíbulo prefería al segundo porque la gente era libre de asistir o no.

Hoy, los neoconservadores verían a R. C. Hoiles como aliado del terrorismo islámico porque ese exitoso empresario del periodismo denunció apasionadamente, durante la Segunda Guerra, el encarcelamiento de ciudadanos estadounidenses por el simple hecho de ser descendientes de japoneses.

Hoiles, quien era un ferviente defensor de la libertad individual, apoyaba la libre inmigración. La derecha conservadora en Estados Unidos dice defender la economía de mercado, pero apoya los subsidios a la agricultura y a los biocombustibles, mientras pretende ignorar que la migración se debe fundamentalmente a diferencias de los salarios que se pagan a los dos lados de la frontera. Esa diferencia no desaparece con la promulgación de leyes, ni tampoco con muros y piquetes armados.

Actualmente aflora otra causa de migraciones en nuestro hemisferio: la persecución del gobierno de Hugo Chávez a quienes considera enemigos del socialismo.

El gran reto del siglo XXI es el avance de la libertad individual, por lo que es esencial aprender a diferenciar entre sus amigos y enemigos.

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