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EDITORIAL

Violencia okupa

Lo cierto es que toda usurpación es una acto de vandalismo, con independencia de que intervenga o no la agresión física. No hay okupaciones pacíficas, como tampoco hay robos pacíficos

La paliza que un grupo de okupas han propinado este domingo a un miembro de Nuevas Generaciones durante su ataque a la caseta del PP en el recinto ferial de Alcorcón debería servir para que todos tomaran conciencia de la naturaleza delictiva de este “movimiento anti-sistema” tan bien tratado por no pocos sectores políticos y mediáticos.
 
Lo cierto es que toda usurpación es un acto de vandalismo, con independencia de que intervenga o no la agresión física. No hay okupaciones pacíficas, como tampoco hay robos pacíficos. Toda ocupación constituye un acto de agresión a una norma que, como el respeto a la propiedad privada, protege la convivencia pacifica y libre de los ciudadanos.
 
Sin embargo, numerosos sectores de la izquierda, en general, y del gobierno, en particular, incapaces de paliar el problema del acceso a la vivienda, han mostrado condescendencia, cuando no simpatía, hacia este tipo de delincuencia. Si la anterior ministra de la vivienda, Maria Antonia Trujillo, llegó a decir que este “movimiento” constituía “un modo de vida alternativo”, la teniente de alcalde de Barcelona, Inma Mayol, fue todavía más lejos al declararse partidaria de su despenalización.
No nos extrañe, pues, que ni el alcalde de Alcorcón ni ningún otro miembro del PSOE se haya solidarizado con el joven herido del Partido Popular. Otro gallo cantaría su fueran sus casas las okupadas y sus militantes los agredidos.
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