Menú
EDITORIAL

Solbes, atado de pies y manos

Lo que ha hecho imposible que Solbes emprendiera las reformas necesarias para nuestra economía ha sido la falta de apoyo del presidente del Gobierno, que estos días ha vuelto a ponerse de manifiesto ante las promesas populistas de Soria y Chacón.

Sin duda, Rodrigo Rato fue mejor ministro de Economía que Pedro Solbes. Las múltiples reformas que encabezó permitieron a España iniciar uno de los más exitosos periodos de crecimiento económico que ha vivido nuestro país. Pero si pudo hacerlo fue en buena medida gracias al apoyo incondicional con el que contó por parte de José María Aznar, que nunca apoyó que otros ministros tiraran de gasto público para enfrentarse a los numerosos retos que tenían por delante.

Solbes se ha limitado durante estos tres años y medio a procurar que nadie estropeara la herencia recibida del modelo de crecimiento de Rato, que en un Gobierno en manos de un demagogo como Zapatero no es poco. Sin embargo, era un modelo con fecha de caducidad, que se acerca cada día más. Para cambiarlo hubieran hecho falta reformas, que debería haber emprendido el propio Rato durante los dos últimos años del Gobierno Aznar si no hubiera estado más preocupado por garantizarse el apoyo de Prisa en su intento de ser el sucesor que por sacar adelante la economía española.

Solbes no era quizás el hombre para llevar a cabo esas reformas; es un tecnócrata poco dado a cambiar el status quo, sobre todo si para hacerlo tiene que luchar a brazo partido con el resto del gabinete. Pero lo que hacía imposible que siquiera llegara a planteárselo ha sido la falta de apoyo del presidente del Gobierno. Estos días se ha vuelto a poner de manifiesto: ante las sucesivas promesas electoralistas de gasto público sin sentido que han hecho Soria y Chacón, el Gobierno ha mostrado su apoyo a los ministros derrochadores, no a Solbes.

Lo único que cabe preguntarse es la razón por la que ha seguido en su puesto estos años, pese a ser evidente que la vicepresidencia económica la ha convertido Zapatero en el menos importante de los cargos, por debajo incluso de su propia oficina económica. Quizá llegó a la conclusión de que su marcha hubiera sido peor, al no encontrar el presidente ninguna cortapisa a sus ansias populistas. Pero más probablemente haya sido por mera lealtad partidista. Desgraciadamente para él, esa actitud sólo le ha servido para perder el prestigio que pudiera haber tenido alguna vez.

En Libre Mercado

    0
    comentarios