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José Antonio Martínez-Abarca

Defensa del pijo

La visión de la progre según ella misma se parece a aquella belga con guitarra que en los años 60 se conoció en el mercado anglosajón por "la monja cantarina" con muy leves retoques, como el de la ropa comprada en algún campo de refugiados albanokosovar.

A mí el vídeo del escándalo de las juventudes socialistas teóricamente ridiculizando a los pijos del PP me ha parecido francamente divertido. Está muy logrado, aunque no sea exactamente en el sentido que quisieron sus responsables. De hecho, lo que hace caer al suelo de risa, algo no conseguido por la televisión desde el sketch de "Glorias de España" con una imposible Paca de Carmona de los Martes y Trece, es saber cómo se ven a sí mismos estos capones de progres (capones por lo jóvenes y también por lo otro).

El vídeo contrapone un chico que hace el papel que la fiesta del "apedreamiento del judío" tenía en el Kazajistán de la película Borat a una chica vestida de abuela y con sobrepeso en ambos tríceps, la cual dice palabras pavisosas en un concurso absurdo de "pasapalabra", poniendo, cada vez que acierta, la misma faz de repelencia marisabidilla que ponía Ozores cuando aquello de "No, hija, no". El mensaje está claro. Uno se va a condenar seguro, la otra se va a salvar, por buena.

La visión de la progre según ella misma se parece a aquella belga con guitarra que en los años 60 se conoció en el mercado anglosajón por "la monja cantarina" con muy leves retoques, como el de la ropa comprada en algún campo de refugiados albanokosovar. Por contra, el supuestamente vejado jovencito del PP es como un personaje de película de Torrente, un friki de lo más empático, con el que casi toda la población joven se puede sentir identificado, ya que se nota que pasa mucho de tanta gilipollez y que está deseando que lo expulsen de tan tontarrón concurso. Por si poco fuera, va ataviado con el mejor polo Lacoste que Lacoste haya fabricado jamás (de hecho, no lo ha fabricado nunca), con un enorme cocodrilo molón ocupando media pechera y un conseguidísimo color rosa palo que es exactamente el tono que se puso de moda en los añoradísimos (por no vividos) años ochenta en los que quisiera vivir esta juventud de ahora. Bacarrá total, lo del vídeo.

De hecho, parece un vídeo del PP, pero hecho por el propio PP. Los populares no lo hubiesen hecho mejor. El PP te hubiese sacado a la misma niña vestida también de abuela entre las mieses, cogiéndose los bordes del faldón de organza con los deditos y cantando alguna otra cosa marisabidilla igual o peor que la del vídeo de las juventudes socialistas. La derecha es una cosa tan seria que nunca podremos ponerla en manos de las juventudes del PP, que muchas veces es intercambiable con la del PSOE y defienden las mismas supersticiones progres ("sostenibilidad", "cobertura social", "integración multicultural", etc.).

En fin, que el niñato pijillo del vídeo de las juventudes socialistas es involuntariamente encantador, incluso un gamberro, un disolvente, un contracultural. Queriendo recordar a la melenita de Aznar, en realidad traslada más bien al naïve de aquellos chicos de renault cinco y amiguitas de permanén cardada, como digo, de los años ochenta, el espejo donde se miran todos esos votantes nuevos que creen que en aquella época éramos más felices, cuando sólo éramos mucho más ingenuos y con más capacidad de asombro por las cosas pequeñas de la que han tenido ellos.

Aún hoy, a mi edad, a mí me gustaría parecerme al voluntariamente tonto payasete del vídeo del PSOE, porque uno sólo puede hacerse el tonto si lo llevan a concursos donde te preguntan qué es para ti la unión de dos personas del mismo sexo, que es como lo que le preguntó el cursi de Tico Medina una vez a Camilo Cela: "Don Camilo, ¿rosa o amarillo?". "Si sigue diciendo tonterías me levanto y me voy". ¿Unión de personas del mismo sexo, matrimonio? Lo que es una mariconada es la pregunta.

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