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Luis Hernández Arroyo

Las contradicciones del BCE

A las preguntas de los periodistas sobre cómo se compaginan esas dificultades financieras en operaciones a las que no llega liquidez con la declaración de que la liquidez es muy alta, Trichet responde literalmente con evasivas. ¿Cómo si no?

El BCE mantuvo la semana pasada el tipo oficial de la zona euro en el 4%. La lectura de la larga declaración institucional de Trichet es desconcertante por su intento de tranquilizar a todos. Primero, pone por delante la amenaza de un repunte de la inflación debido a un exceso de liquidez en circulación; segundo, habla de lo bien que marcha la economía real, que según él crece robustamente. Curioso emparejamiento, pues una inflación realmente amenazante suele verse acompañada por una economía desbocada, que no es el caso. Luego viene el matiz negativo: existe una sombra de incertidumbre sobre el crédito bancario que podría traducirse en un riesgo a la baja para el crecimiento (pero no para la inflación, curiosamente). A las preguntas de los periodistas sobre cómo se compaginan esas dificultades financieras en operaciones a las que no llega liquidez con la declaración de que la liquidez es muy alta, Trichet responde literalmente con evasivas. ¿Cómo si no?

En suma, ¿por qué está más preocupada la cúpula del BCE? ¿Por el exceso de liquidez y las amenazas inflacionistas o por el posible colapso financiero? ¿Es su inquietud exquisitamente equidistante como pretende? La mera existencia de una probabilidad de que se colapsen los mercados del crédito da más miedo a cualquier banquero central en su sano juicio que una probabilidad no muy alta de que la inflación repunte. Esto es de sentido común, pero Trichet, en suma, intenta aparentar una equidistancia entre dos riesgos absolutamente distintos; uno, el de la inflación, lleva a sendas de corrección conocidas, mientras que el otro, el del colapso financiero, a situaciones trágicas durante mucho tiempo. Además, sus posiciones se compadecen mal con los hechos: es falso que la economía esté bien y no se haya resentido del problema del crédito: muchos indicadores de actividad apuntan ya decididamente a la baja. Lo cual, por otra parte, debería llevar a restar probabilidad al riesgo inflacionista; más si el tipo de cambio se está apreciando agudamente.

¿De dónde procedería esa liquidez excesiva? Depende a lo que se llame liquidez. Friedman recomendaba llamar así al dinero realmente liberador de deudas, el emitido por el banco central. Pero si llamas liquidez a los agregados monetarios, claro que han aumentado, pues contienen títulos líquidos muy demandados (deuda pública a corto y largo plazo) por la gente precisamente cuando hay incertidumbre, como ahora. Pero eso no debe interpretarse como aumento de la oferta de liquidez, sino de la demanda, lo cual ciertamente no es inflacionista, sino deflacionista. En todo caso, cuadra mal este exceso con los evidentes atascos financieros.

Más dudas: el anuncio del BCE de que renovaba las facilidades de refinanciación abiertas en agosto y septiembre por 120.000 millones de euros, y la intervención tranquilizadora de González Páramo (responsable de operaciones), diciendo que estarán ofertando liquidez extra mientras existan dificultades, ¿Por qué, si se afirma que hay tanto exceso de liquidez flotando en el aire, y un riesgo de inflación? En otras palabras, como pusieron insistentemente en cuestión los periodistas en la rueda de prensa, hay demasiadas ambigüedades y contradicciones en su declaración.

Quizás un discurso mejor articulado, con los riesgos colocados en orden de prioridad temporal, fuera más convincente. En todo caso, equiparar riesgos, o no jerarquizarlos, sin calibrar sus muy distintas consecuencias, indica falta de resolución.

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