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Thomas Sowell

Los pobres no son tan pobres

Es comprensible que aquellos que tienen un interés creado, ya sea político o ideológico, en exagerar las cifras de "los pobres" utilicen estadísticas que subestiman enormemente el nivel de vida tanto de las personas de bajos ingresos como de los ancianos.

La mayor parte de quienes examinamos las estadísticas de ingresos no lo hacemos por mera adicción a las cifras. Queremos averiguar cosas sobre seres humanos reales de carne y hueso, en concreto sobre su nivel de vida. Pero no siempre se pueden tomar las estadísticas tal cual nos las presentan o, peor todavía, con el sesgo que les imprimen políticos y medios.

La renta, por ejemplo, no son lo mismo que los ingresos, y ninguna de las dos cosas es lo mismo que los recursos económicos sobre los que las personas basan su nivel de vida. Dado que la mayor parte obtenemos nuestra renta de nuestros ingresos podría parece que cualquier diferencia entre ambos conceptos es un mero tecnicismo que sólo merece la atención de economistas o contables. Sin embargo, esa diferencia puede ser enorme dependiendo de la edad y del grupo de ingresos al que pertenece un individuo dado.

La mayor parte de la renta percibida por personas de 65 años de edad en adelante no se contabiliza estadísticamente como ingresos. Sólo el 24% lo hace. La mayor parte de procede de pensiones y otras fuentes conocidas como "renta no salarial", como los beneficios de inversiones. No debería sorprender a nadie que aquellos que llevan vivos mucho tiempo hayan acumulado más dinero en el banco y tal vez tengan un pequeño colchón en un fondo de inversiones, cada uno de los cuales proporciona un flujo de renta durante sus años de jubilación, incluso si esa renta no se contabiliza como ingreso. Por tanto, pese a la insistencia de la retórica política en representar a los ancianos en una situación económica calamitosa, sus rentas reales son más de cuatro veces lo que las estadísticas de ingresos podrían sugerir, o de lo que afirman los políticos que las citan.

En lo que respecta a la riqueza, el patrimonio neto medio de las personas mayores de 65 años es varias veces superior al de quienes tienen menos de 45. Los hogares de mayor patrimonio son los encabezados por personas de entre 70 y 74 años. Aunque se suela confundir renta con riqueza y a las personas que están en el grupo que más dinero ganan se las suela llamar "ricos", los ancianos tienen menor renta que las personas de mediana edad, pero mayor riqueza.

Dado que el 80% de las personas mayores de 65 años tiene una casa en propiedad o la está comprando, sus gastos de vivienda tienden a ser menores. Entre ese 80%, su gasto mensual medio en vivienda en el 2001 era de sólo 339 dólares al mes. Eso incluye impuestos a la propiedad, servicios, costes de mantenimiento, gastos de comunidad y pagos de la hipoteca en aquellos que no son aún no han acabado de comprar su casa.

Por supuesto que hay algunos ancianos que son pobres, igual que hay pobres de todas las edades. Pero es necesario analizar con detenimiento y recibir con escepticismo las estadísticas citadas por políticos y periodistas que exageran la cifra de pobres.

Los ancianos no son los únicos cuyo nivel de vida es grotescamente subestimado por quienes citan estadísticas de ingresos o rentas. Esas estadísticas no incluyen la renta percibida por personas de ingresos bajos en concepto de ayudas directas del Gobierno, como son los cheques de la asistencia social, así como las muchas prestaciones pagadas en especie que perciben, como viviendas de protección o sanidad subvencionada. En 2001, alrededor del 78% de los recursos económicos consumidos por las personas en el 20% de menor renta tenía esa forma. Juzgar el estándar de vida de las personas de bajos ingresos según las estadísticas de renta equivale a dejar a un lado más de tres cuartas partes de sus recursos económicos.

Es comprensible que aquellos que tienen un interés creado, ya sea político o ideológico, en exagerar las cifras de "los pobres" utilicen estadísticas que subestiman enormemente el nivel de vida tanto de las personas de bajos ingresos como de los ancianos. Pero ese es un motivo más para que los demás tengamos en cuenta qué significan realmente esas estadísticas y qué no, y nos mantengamos alerta frente a quienes quieren que nos creamos lo peor, ya sea para su propio beneficio político o porque encaje en su visión ideológica.

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