Menú
Carlos Semprún Maura

El silencio de los corderos

La secretaria de Estado Trinidad Jiménez invitó a una copa de vino español al embajador venezolano en Madrid y, entre risas y piropos, decidieron que no había pasado nada, que todo se debe al buen humor coloquial de Hugo Chávez.

Es urgente no hacer absolutamente nada. Esa es la decisión del Gobierno zapaterista, del PSOE y de su portavoz global El País ante las provocaciones y los insultos del candidato a tirano, Hugo Chávez. Cuando en Santiago de Chile, el Rey, se portó como Dios manda, con su celeberrísimo "¿Por qué no te callas?", todos los que tenemos televisión, algo así como tres mil millones de personas –y seguro que me quedo corto–, vimos a Hugo Chávez, no sólo callarse, sino incluso quedarse boquiabierto. Cuando luego le llegó el turno a Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, y se puso a su vez a insultar a los españoles, el Rey se levantó y se fue, abandonando la sesión. Pero se fue solo. Zapatero, sus ministros y sus zapatillas, como Trinidad Jiménez, no se solidarizaron, con el Rey, se quedaron sentados, tan tranquilos.

Luego, bien sabido es, pero quiero insistir, Chávez dijo cosas que en otros tiempos hubieran desencadenado tempestades, pero ahora nada, porque no hay Gobierno ni voluntad ni valentía. Afirmó que el Rey tuvo suerte de que no le hubiera oído (¡y tanto que le oyó!), porque en ese caso su corona hubiera rodado por los suelos. Y siguió insultando como jamás un jefe de Estado se ha atrevido a insultar hasta llegar a eso de la "congelación" de las relaciones con España si el Rey no le pide perdón. ¿En qué mundo vivimos? ¿Cuándo se han tolerado tan soeces insultos? Pues ahora, con este Gobierno de mierda.

La secretaria de Estado Trinidad Jiménez invitó a una copa de vino español al embajador venezolano en Madrid y, entre risas y piropos, decidieron que no había pasado nada, que todo se debe al buen humor coloquial de Hugo Chávez. Y cuando el iraní Ahmadineyad, amigo y aliado de Chávez en la OPEP y en todas partes, promete destruir Israel, los mismos, en los medios y en la política española, consideran que ni siquiera eso, la fabricación de armas nucleares, tiene la menor importancia; que no pasan de ser desvaríos coloquiales en la más pura tradición persa. También en el caso iraní la cobardía institucional occidental considera que lo urgente es no hacer absolutamente nada.

El pasado martes 27, El País dedicó un editorial a esta amenaza de "congelación" de las relaciones de Venezuela con España. Los que tienen el tétrico privilegio de la edad, como yo, este editorial nos recuerda (no por lo que yo leyera entonces, sino por las conversaciones de mi padre y sus amigos) a finales de los años treinta, en relación con Hitler y la Alemania nazi. Evidentemente ni Venezuela es Alemania, ni Chávez es Hitler (¡qué más quisiera!), pero la actitud de los gobiernos de Francia y Reino Unido y de buena parte de la prensa es idéntica: tenemos muchos intereses económicos con Alemania, hay que salvar la paz a cualquier precio, es urgente no hacer nada. Lo mismo ocurre con el Gobierno zapaterista ante cualquier problema grave: ETA, el estatuto catalán y ahora Chávez. "Hay que evitar la escalada", comienza y concluye el diario global, porque tenemos muchos intereses en Venezuela, donde viven, por lo visto, 700.000 españoles. Lo mismo, es urgente no hacer nada.

Me ha llamado la atención que los únicos intelectuales que aún escriben en El País, Fernando Savater y Antonio Elorza (porque no se puede, decentemente, tratar de intelectuales a los Pradera, Aguilar, Ridao, Ramoneda, etc), critican al Rey por su reacción en Santiago de Chile y su "tuteo borbónico". Savater llegó incluso a lamentar que el Rey hubiera estropeado nuestras presentes y futuras relaciones con todos los países de América Latina. Que Bastenier diga lo mismo, o peor, en el sentido de "congelar la escalada", no es de extrañar: es la voz de su amo y no va a contradecir sus editoriales.

¿Qué hacer?, diría Lenin. Pues es tan sencillo como seguro que ni Zapatero ni su paleto de Moratinos lo van a hacer: romper las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela. No estoy muy al tanto de la jerga diplomática y reconozco que puede que no se trate de "romperlas" sino de "suspenderlas". Pero esto no lo hará, repito, esta gentuza que nos gobierna y que llega a la infamia de pedir ayuda a ETA para ganar las próximas elecciones. "Si nos ayudáis a ganar, reanudaremos nuestros contubernios, y os prometimos Pamplona y Biarritz".

Intuyo, porque no me hablan, que hay economistas, que opinan que no es posible romper, o suspender, nuestras relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, porque nuestros intereses allí son muy importantes y eso supera los insultos, las agresiones o lo que sea, con tal de seguir allí, incluso sin pantalones. No me lo creo. Que existen intereses económicos españoles en Venezuela, claro que sí, pero ¿acaso Venezuela no tiene interés en que las empresas españolas, sigan allí? Una política firme, intransigente incluso, pero serena, no sólo no es un obstáculo a las relaciones comerciales entre ciertos países, sino que muchas veces constituyen la única garantía de éxito.

Estamos, España y Venezuela, en vísperas de elecciones importantes. La primera consulta es la del referéndum en Venezuela, que Chávez va a ganar de todas, todas. Quien dude un instante de su victoria demostraría una ceguera sin solución, ni siquiera con unas gafas nuevas. Chávez, después de todo lo que ha hecho en Venezuela, en América Latina y en el mundo, tiene que ganar; si le faltan votos ya los pondrá él de su bolsillo.

Lo malo, o lo aún peor para mí, es que Zapatero también puede ganar y hasta sin trampas. Porque su buenismo, su manera de evitar todos los conflictos, de rendirse sea quien sea el adversario gusta a una población apocada, que ya lo eligió precisamente por eso, por miedo. Para ellos, con tal de que "no me metan en líos", todo vale. Declaró Rodríguez que los dos ejes de su campaña y de su próxima legislatura, serían el medio ambiente y el bienestar. El "medio ambiente" es una estafa colosal, y en cuanto al bienestar, aunque, como en otros casos, sea un término muy relativo, la verdad es que las catástrofes anunciadas aún no se han producido.

Y, sobre todo, puede ganar porque no tiene oposición. ¿La tiene? No me había dado cuenta.

En Internacional

    0
    comentarios