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José Enrique Rosendo

Holanda y el impuesto de sociedades

¿Sabía usted que una parte importante, casi unánime, de las empresas que cotizan en el Ibex 35 de una u otra manera penden de una matriz BV, es decir, de una sociedad anónima radicada en Holanda?

¿Sabía usted que una parte importante, casi unánime, de las empresas que cotizan en el Ibex 35 de una u otra manera penden de una matriz BV, es decir, de una sociedad anónima radicada en Holanda? Pregunte a su asesor fiscal de cabecera por los motivos, tal vez usted se sorprenda y, si resulta que es un pequeño o mediano empresario, hasta se indigne. Yo no. Los inversores tienen perfecto derecho a rentabilizar al máximo su dinero y una manera de hacerlo, como bien repite la banca privada a sus clientes, es optimizar la cuenta fiscal.

Solbes ha dicho que no es partidario de rebajar el impuesto de sociedades, a pesar de que así se lo propuso un ex compañero de gabinete socialista de los tiempos de González, Javier Gómez Navarro, hoy confortablemente acomodado en la trinchera de las Cámaras de Comercio y la patronal. También se lo reclamó hace dos meses el presidente de CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, a quien se le llena la boca pidiendo esto y la reforma del mercado de trabajo con la única consecuencia de que le busquen maliciosamente las cosquillas a cuenta de Argentina.

Sostiene Solbes, al más puro estilo ignaciano, que hay que ser prudentes con los asuntos fiscales en campaña electoral y sobre todo en tiempos de turbulencias. Y dice además que hay que mantener el equilibrio presupuestario. Solbes sabe que rebajar los impuestos no conlleva desequilibrar las cuentas públicas si al mismo tiempo se produce una reducción del gasto, pero sin embargo tiene bien presente que Zapatero, que es con quien él tendría que lidiar un hipotético segundo mandato, es un manirroto y que sus compañeros, los del PSOE, quieren a toda costa seguir subvencionando votos. De modo que sólo le queda una carta que jugar: mantener la presión fiscal.

El impuesto de sociedades es injusto porque las pequeñas y medianas empresas lo soportan con mayor descaro que las grandes multinacionales, como hemos visto más arriba; y porque no evita la doble tributación para muchos empresarios y profesionales que se baten el cobre a diario para obtener unos modestos beneficios que luego tributan entre el 30 y el 35%. Y además perjudica directamente a la competitividad de nuestras empresas, puesto que en numerosos países, incluso de la Unión Europea, este impuesto tiene tipos mucho más reducidos. Un ejemplo lo tenemos en Irlanda, sobre cuyo desarrollo económico tendríamos bastante que aprender aquí.

Rebajar el impuesto de sociedades, sin embargo, puede traer consigo un incremento de los ingresos en la medida en que el atractivo de un tipo sensiblemente inferior al actual no sólo evite que nuestras empresas sigan visitando Holanda para radicar allí sus cabeceras, sino que incluso seamos receptores de corporaciones provenientes de países con una presión fiscal superior a la nuestra. El problema es que esta medida vende poco y mal en campaña electoral, porque aquí, tras el franquismo (el socialismo de derechas) y el socialismo del PSOE, es decir, tras un larguísimo siglo de doctrinas intervencionistas, aún seguimos pensando que quien gana dinero y crea empresas es un pecador indomable o un mísero explotador sin escrúpulos.

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