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George Will

Luchando en Harlem contra la historia

Cuando le preguntaron si vivía en Harlem, el reverendo Michael Faulkner respondió que, bueno, que depende. "Cuando pasa algo malo, el vecindario se llama Harlem. Cuando pasa algo bueno, es el Upper West Side".

Cuando le preguntaron si vivía en Harlem, el reverendo Michael Faulkner respondió que, bueno, que depende. "Cuando pasa algo malo, el vecindario se llama Harlem. Cuando pasa algo bueno, es el Upper West Side". Faulkner está intentando que suceda algo bueno, pero se enfrenta a un presidente de la Cámara de Representantes que murió hace 114 años, pero que cometió alguna travesura que desgraciadamente sigue en vigor.

Faulkner, de cincuenta años de edad, es un jugador de fútbol americano negro que fue defensa en el Virginia Tech y, brevemente, en los New York Jets. Tras abandonar lo que califica de "caos social y comunitario" que vio crecer en el barrio histórico de Anacostia en Washington, y que achaca al Estado del bienestar creado por el programa de la Gran Sociedad de Lyndon Johnson, Faulkner desempeñó el cargo de vicepresidente del ministerio urbano en la Liberty University de Jerry Falwell, en Lynchburg, Virginia. Abandonó ese tranquilo entorno para atender a los vagabundos de la zona de alrededor de Times Square antes de que fuera limpiada.

Ahora quiere crear una charter school o escuela autónoma, es decir, un colegio público que disfruta de considerable autonomía con respecto a los sindicatos de profesores, entre otros lastres de la educación pública. Estaría afiliado a su Iglesia Nuevos Horizontes. Pero la Constitución de Nueva York incluye la Enmienda Blaine.

El republicano James G. Blaine estuvo a 1047 votos de convertirse en presidente. Perdió por ese margen Nueva York, y por lo tanto la Casa Blanca, frente a Grover Cleveland en 1884. La enorme población católica de Nueva York detestaba a los republicanos después de que un clérigo presbiteriano, hablando en presencia de Blaine, dijera que los compañeros del Partido Demócrata eran "el ron, el catolicismo romano y la rebelión".

Los protestantes se sentían ofendidos ante la impertinencia de los inmigrantes católicos, que fundaban escuelas que impartían el catolicismo tan públicamente como los centros públicos de entonces impartían el protestantismo. Los protestantes pensaban que un centro público debía ser, en palabras de Horace Mann, "un vivero para la fe" –protestante, claro– que proporcionara una "instrucción religiosa juiciosa", entendiendo juiciosa como protestante.

En 1875, Blaine, esperando que el anticatolicismo lo impulsara hasta la presidencia, intentó infructuosamente introducir una enmienda a la Constitución de los Estados Unidos para estipular que ningún dinero público fuera a centros "bajo el control de una secta religiosa". El protestantismo imperante no era considerado secta, claro. Con el tiempo, 37 estados aprobaron enmiendas similares a sus constituciones. El Congreso exigió por ley que las provisiones de Blaine estuvieran presentes en las constituciones de los nuevos estados que quisieran entrar en la unión.

Nueva York proscribe la asistencia pública a cualquier centro que esté "completamente o en parte bajo control o dirección de cualquier confesión religiosa, o en el que se imparta algún principio o doctrina confesional". Faulkner, sin embargo, quiere llevar las habilidades en el apoyo familiar de su iglesia a la tarea de impartir un plan de estudios exclusivamente laico. Siendo baptista, comparte el recelo tradicional de su confesión a mezclar religión con Estado. Tan sólo quiere incrementar las opciones y la competencia dentro del sistema escolar de la ciudad.

Mientras los alumnos en centros concertados no alcancen un 15% del total, estos colegios no influyen en la forma en que funciona el distrito escolar. De las 1453 escuelas públicas de esta ciudad, apenas 61 son concertadas. Enseñan a 19.000 de los 1,1 millones de estudiantes en centros públicos: el 1,7%.

Escribiendo en Education Next, Andy Smarick informa que apenas el 2% de los alumnos de las escuelas públicas de Estados Unidos se encuentran en colegios autónomos, que están abriendo sus puertas muy lentamente, apenas 335 al año en todo el país, pese a que las listas de espera para entrar en los que ya existen son lo suficientemente largas como para llenar más de 1000 escuelas más. A ese ritmo, para el 2020 los centros autónomos solamente supondrán el 5% de todos los alumnos de la enseñanza pública.

Uno de los motivos de este lento crecimiento es que algunos distritos escolares, aterrados ante la competencia, montan desproporcionadas campañas de publicidad con dinero de los contribuyentes para disuadir a los padres de elegir colegios autónomos.

Faulkner quiere crear una escuela que sea ágil a la hora de superar el tipo de problemas detallados en un informe reciente redactado por Paul E. Barton y Richard J. Coley para el Educational Testing Service. Entre ellos está el índice de natalidad de ilegítimos entre las mujeres negras por debajo de 30 años, que es del 77%. Sólo el 35% de los niños negros vive con dos padres. Antes de los cuatro años de edad, de media, el hijo de una familia en la que el cabeza de familia tienen estudios escucha alrededor de 20 millones de palabras más que de una familia de clase trabajadora, y alrededor de 35 millones más que el de una familia dependiente del Estado. Sólo el 24% de los alumnos blancos en octavo grado ve cuatro horas de televisión al día entre semana; el 53% de sus compañeros negros lo hace.

Faulkner, representado por la Gotham Legal Foundation, quiere que un tribunal federal declare la Enmienda Blaine una violación inconstitucional del derecho a ejercer la libertad de religión recogido en la Primera Enmienda. Pero debería solicitar a los legisladores que deroguen la enmienda por ser un desagradable residuo del fanatismo religioso del siglo XIX y un obstáculo a la experimentación educativa. A muchos legisladores, sin embargo, los llevan de la correa unos sindicatos de profesores que, en su inflexible defensa de su retrógrada enmienda, resultan ser unos aliados de James G. Blaine de lo más apropiado.

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