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Agapito Maestre

El pillaje del Dos de Mayo

El bicentenario no será nada, intelectual y políticamente hablando, sin la recuperación, sin la relectura, que de este acontecimiento histórico hicieron quienes estudiaron, mucho antes de que llegara el centenario, lo sucedido en esa fecha mítica.

Ya han empezado a salir libros sobre el Dos de Mayo. Unos cuantos pillos ya están vendiendo sus productos sobre el inicio de la Guerra de la Independencia. Son listos. Hacen bien sus trabajos. Ellos reciben una buena soldada y algo aprenden los lectores. La mayoría de ellos no aspiran a continuar la obra del creador de la novela contemporánea española, es decir, de la novela después de Cervantes; me refiero a Pérez Galdós. Tampoco quieren discutir las tesis de uno de nuestros más grandes humanistas, Menéndez Pelayo, cuya estatua quiso retirar de la entrada de la Biblioteca Nacional la señora Regás. No consiguen medirse a Pérez Galdós ni a Menéndez Pelayo, pero copian con desparpajo y decoro, menester es reconocerlo, los ambientes históricos y los rasgos psicológicos de algunos personajes de esa época que las obras de estos dos grandes autores han legado a la cultura española.

Naturalmente, ninguno de esos sucedáneos, que ahora se publican de carácter histórico y narrativo, de las grandes obras de Pérez Galdós y Menéndez Pelayo consiguen tocar el espíritu, menos aún la moralidad, de las obras de estos dos grandes autores. No consiguen, a pesar de sus intentos, mimetizar críticamente la moralidad que exhiben las obras de estos dos genios de la cultura española de finales del XIX y comienzos del XX. A pesar de todo, veo con buenos ojos que la industria editorial aproveche el bicentenario del 2 de mayo de 1808 para publicar todo tipo de libros sobre el acontecimiento histórico más importante de la España moderna. Todos salen ganando: editores, autores, lectores y, quién sabe, quizá se logre abrir un debate intelectual de cierta altura histórica y política. Además, de un modo u otro, todos acaban citando a los grandes autores que han tratado el asunto; sin duda, por ahí se abre una vía para que los españoles volvamos a leer a nuestros "clásicos". Es otra forma de defender que España es una nación, una gran nación, y no un precipitado de nacioncitas.

Sin embargo, después de haber oído y leído algunas opiniones de estos "nuevos creadores", por llamarles algo, sobre el Dos de Mayo me temo lo peor. Sus visiones son tan políticamente correctas, o sea, tan condicionadas por la basura del "socialismo zapateril" como por los tópicos anticlericales, o sea, incultos, que no conseguirán ni siquiera estimularnos para que leamos nuestras grandes creaciones sobre el Dos de Mayo. En cualquier caso, el bicentenario no será nada, intelectual y políticamente hablando, sin la recuperación, sin la relectura, que de este acontecimiento histórico hicieron quienes estudiaron, mucho antes de que llegara el centenario, lo sucedido en esa fecha mítica.

Porque los dos autores citados son imprescindibles para esa recuperación, harían bien los encargados de los ministerios de Cultura y Educación proyectando un plan de lecturas serias para que, en el 2008, nuestros escolares disfrutaran de los Episodios Nacionales, genial creación literaria de Pérez Galdós que no tiene parangón en otras literaturas de nuestra época, y de los capítulos esenciales sobre el particular de la Historia de los heterodoxos españoles, de Menéndez Pelayo, que aún sigue siendo la principal obra de filosofía de la historia de España escrita por un español. Esos dos grandes monumentos de la cultura española, que después de la Guerra Civil fueron visitados permanentemente tanto por los que se quedaron aquí como por los que exiliaron, son aún referencias imprescindibles de la nación española. El Dos de Mayo, a la luz de esos autores, es algo más que el inicio de la Guerra de la Independencia, de la liberación española de la ocupación francesa, es la referencia moral y política clave, el dispositivo simbólico, para analizar la fuerza moral de la sociedad española contra los traidores a su patria. El Dos de Mayo es la unidad de medida de la nación española, o mejor, la forma de medir el respeto de los ciudadanos a su nación.

En otras palabras, cuando he asistido a alguna manifestación convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo, no he podido sustraerme al recuerdo de un texto famoso de Pérez Galdós, párrafo grandioso, sintético, de la jornada del 2 mayo de 1808: "...advertí que la multitud aumentaba, apretándose más. Componíanla personas de uno y otro sexo y de todas las clases de la sociedad, espontáneamente reunidas por uno de esos llamamientos morales, íntimos, misteriosos, informulados, que no parten de ninguna voz oficial y resuenan de improviso en los oídos de un pueblo entero, hablándole el balbuciente lenguaje de la inspiración. La campana de ese rebato glorioso no suena sino cuando son muchos los corazones dispuestos a palpitar en concordancia con su anhelante ritmo y raras veces presenta la Historia ejemplos como aquél, porque el sentimiento patrio no hace milagros sino cuando es una condensación colosal, una unidad sin discrepancias de ningún género, y, por tanto, una fuerza irresistible y superior a cuantos obstáculos pueden oponerle los recursos materiales, el genio militar y la muchedumbre de enemigos. El más poderoso genio de la guerra es la conciencia nacional, y la disciplina que da más cohesión, el patriotismo."

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