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Juan Carlos Girauta

El error Rodríguez

Saben los mercadotécnicos, aunque se lo callen, que Rodríguez "conecta" perfectamente con la España ágrafa.

Hay formas y formas de encajar un desastre. El problemón económico español, por ejemplo, lo aborda Rodríguez por la vía favorita del socialismo: la mentira. Personalmente, me importa un comino que al presidente le parezca "muy positiva y alentadora" una situación definida por el aumento de la inflación y del desempleo; el pobre no sabe lo que dice. Algo habrá aprendido en sus dos tardes de formación económica, sí, pero no lo suficiente para que prestemos a sus palabras prestadas ninguna atención.

Saben los mercadotécnicos, aunque se lo callen, que Rodríguez "conecta" perfectamente con la España ágrafa. Los votos que obtiene su PSOE tontiprogre son también un indicador del estado de nuestra pobre cultura. Hagan el esfuerzo de preguntar. Averigüen a quién gusta y disgusta Rodríguez entre sus conocidos de izquierda, y comprenderán. Su facilidad para agradar al ignaro es reveladora. Y algo tendrá que ver con la promoción del analfabetismo funcional a través de uno de los peores sistemas educativos del mundo civilizado, con el terror a la meritocracia y a la formación de calidad, con la sectarización obscena que busca su malhadada asignatura estrella. Está sembrando, está modelando la sociedad para hacerla receptiva a las asnadas de su círculo, que le contiene a él, a Blanco, a Caldera y a las ministras de la cuota. Está ampliando su público potencial.

Nadie debería discutir de economía con Rodríguez. Lo mejor que puede hacer Rajoy cuando lleguen a ese capítulo en los debates televisados es sacar una pizarrita y una tiza e invitar al presidente a tomar apuntes. Lo notable no es que sea tan romo, envarado y esdrulujizante, sino los esfuerzos que tiene que hacer la gente de letra y de número para reprimir las carcajadas cuando le oye. ¿Es adecuado reírse de un ignorante? No, salvo que vaya tan sobrado como él, salvo que mienta con tantas ganas, salvo que sus lapsus resulten tan coherentes con sus actos.

Rodríguez va muy suelto. Hace, dice u omite de acuerdo con sus categorías de parvulario castrista. Del mismo modo que se quedó sentado al paso de la bandera americana –insulto que la Casa Blanca aún no le ha perdonado, y hace bien–, llama "accidentes" a los atentados de la ETA porque así los ve él, y se calla el "Viva España" de rigor ante nuestros soldados porque no le da la gana de pronunciar esas dos palabras juntas. No se trata de errores de Rodríguez sino de manifestaciones de su esencia. El error es él.

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