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EDITORIAL

El Gobierno se queda sin recursos

Pero aún queda el momento definitivo, el que enfrenta a cada uno de los ciudadanos ante la responsabilidad de su voto. Y para más de uno el sentido del mismo dependerá del éxito de los socialistas en su estrategia de movilización permanente.

Quedan apenas dos meses para las elecciones y las encuestas no son nada halagüeñas para los socialistas. Los gobiernos de UCD y PP mejoraron los resultados de sus primeras victorias y que el PSOE de 1986 no hiciera lo mismo con los resultados de 1982 no permite hablar de ellos más que como un éxito. Pero Zapatero llegó al poder con una precaria victoria y las últimas encuestas parecen indicar que, al contrario de lo ocurrido con Aznar (con una victoria incluso más limitada), no sólo no mejorará sus resultados sino que podría incluso perder las elecciones. De ser así se produciría un hecho inédito en la democracia española, y es que un presidente en el Gobierno no alcanzase una segunda legislatura.

Desde el Gobierno son muy conscientes de su situación, y tiemblan al ver el abismo de una derrota electoral, que es hoy más probable que nunca, sin ser, ni mucho menos, segura. De darse el caso su perspectiva resulta muy poco alentadora para los socialistas, ya que, de repetirse con Rajoy la experiencia de Suárez, González y Aznar, se verán en la oposición al menos durante dos legislaturas. El PSOE se la juega en estas elecciones y está dispuesto a cualquier cosa con tal de no ceder el poder.

No es que esto último resulte una novedad, claro está. Pero Zapatero no sabe ya a qué acudir. Hasta el momento ha basado su estrategia en unos pocos elementos, y todos parecen haberse desmoronado, aunque nunca del todo. Claro es que la negociación con ETA ha sido un fracaso, pero es un elemento axial de su estrategia de transformación de la política española y no desaparecerá con Zapatero en el poder o en la oposición, pero ahora está "dormida", a la espera de ser despertada cuando las circunstancias sean propicias. La decisión del Gobierno de sacar a los jefes de ETA de la lista negra de la Unión Europea se suma a muchas otras pruebas. Las cortinas de humo, como la retirada de las tropas de Irak, el embrujo del no a la guerra, el matrimonio homosexual, el llamado "giro social"... ya no sirven. Cada nuevo golpe de efecto es más ineficaz que el anterior y los últimos han sido muy alicortos.

Para llegar al 9 de marzo con algunas garantías, los socialistas necesitan tener a sus votantes movilizados, y han encontrado en un acto ciudadano, en la concentración de la Iglesia en defensa de la familia cristiana, un nuevo filón. No se trata sólo de que den rienda suelta a su sectarismo sin medida, es una llamada al sectarismo de muchos de sus votantes para fidelizarles.

Pero aún queda el momento definitivo, el que enfrenta a cada uno de los ciudadanos ante la responsabilidad de su voto. Y para más de uno el sentido del mismo (o la decisión de ejercerlo o quedarse en su casa) dependerá del éxito de los socialistas en su estrategia de movilización permanente. No le será fácil, especialmente cuando los problemas de verdad, que no son el hecho de que unos ciudadanos decidan compartir sus valores en una concentración legítima, sino la evolución del Euribor, el papel creciente de los terroristas de ETA en la política o la pérdida de relevancia internacional de nuestro país, se hagan más presentes.

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