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Amando de Miguel

Hablemos de política

Kiko Ledgard (Santiago de Chile) me envía una nota con su sorpresa porque se llamen fuerzas o partidos progresistas los que "siguen intentando imponernos ideas de los años 60: mayor Estado, mayores impuestos, más regulaciones, etc.".

Eduardo Barrachina (residente en Inglaterra) se da cuenta de lo ridículo que resulta esas letanías de "nosotros, los demócratas" o "la unidad de los demócratas". Para don Eduardo esas son expresiones que se oyen en los países autoritarios. En efecto, así es. Se trata de un complejo de inferioridad de nuestra clase política, o más bien la de la izquierda, pues la derecha no cae tanto en esa muletilla. Para mí que se trata de un deje comunista, lo mismo que "unitario". Los comunistas no desean pasar por totalitarios y por eso se hacen llamar demócratas o unitarios. Por ejemplo, "Jueces para la democracia" fue originariamente una de tantas terminales del Partido Comunista. Es una etiqueta que está demás en un sistema democrático como, después de todo, es el español.

Otra crítica que hace don Eduardo es a lo del "escudo preconstitucional", como si antes de la Constitución no hubiera nada aceptable. Añado que, cuando se promulgó la Constitución, siguió vigente el acuerdo nacional anterior. Sobre ese símbolo nada dice el texto constitucional. En cambio, sí define la bandera, que es la misma que estaba en el franquismo y hasta principios del siglo XIX con la excepción de la II República. Algo parecido sucede con el himno nacional, que en su día fue solo del Rey.

José Mª Navia-Osorio contesta a mi pregunta retórica sobre el sustantivo de Telefónica: compañía. Se nos había olvidado el nombre auténtico: Compañía Telefónica Nacional de España. Sospecho que el pleonasmo "nacional de España", fue porque se trataba originariamente de una ramificación de la ITT, la multinacional norteamericana. Me recuerda lo de la "Radio Nacional de España", con la misma insistencia, para disimular que era una creación alemana. Ahora ese pleonasmo se evita con lo de "Radio Clásica", que debe de agradar a los nacionalistas.

José Mª Navia-Osorio opina que es tontería declarar un "día internacional de la violencia de género o contra las mujeres". Se pregunta el de Oviedo: "¿Es que hay alguien a favor de que se maltrate a las mujeres?". Se contesta:

"En cambio me parecen más útiles las campañas para ayudar a las mujeres que sufren violencia doméstica en silencio por no atreverse a denunciar a su marido agresor. A veces las mujeres en esta situación no se atreven a denunciarlo por vergüenza a que se conozcan las vejaciones a las que son sometidas. Les resultaría útil saber que su caso no es excepcional y que no deben avergonzarse porque no son culpables de nada".

Luis Martín Jadraque se pregunta: "Si el Paraíso del Islam promete a los suicidas en una guerra santa poder disfrutar de un número indeterminado de vírgenes, ¿qué promete a las mujeres que se inmolan por esa misma causa?"

No soy islamólogo ni nada que se le parezca, pero cavilo que esa famosa promesa no pasa de ser un juego literario, un ardid de propaganda. No obstante, asquea el hecho de que haya criminales que animen y preparen las mentes de los terroristas suicidas. Con tipos así ¿cómo se puede establecer la "alianza de civilizaciones"?

Juan González Castelao expresa su disgusto por la publicidad del Gobierno por considerarla como una especie de "totalitarismo subliminal". A mi me gusta más "subliminal", en el sentido de que entra por debajo del límite de lo consciente. No soy yo tan crédulo. En el mundo que nos rodea, invadidos por la publicidad de todos los tipos, los mensajes nos entran por un oído y nos salen por otro. Tiene sentido la publicidad de una empresa cuando hay otras, pero siempre me ha parecido un despilfarro la publicidad de las empresas monopolisticas y, sobre todo, lo que la empresa más monopolística de todas, el Gobierno. Otra cosa es que el Gobierno invierta dinero en informar a los contribuyentes de lo que nos pueda interesar.

Kiko Ledgard (Santiago de Chile) me envía una nota con su sorpresa porque se llamen fuerzas o partidos progresistas los que "siguen intentando imponernos ideas de los años 60: mayor Estado, mayores impuestos, más regulaciones, etc.". Razón tiene don Kiko por su sorpresa y aun se queda corto, pues esas ideas keynesianas son más bien de los años 30. Entonces como hay mismo el progreso es lo que promueve una mayor igualdad, aparte de otros logros. Hoy se sabe que, con más impuestos y más intervencionismo, se reduce la igualdad y no digamos la libertad. Pero, en fin, la práctica nos dice que "progresista" es lo que satisface a las fuerzas de la izquierda y también a los nacionalistas. Los sedicentes "progresistas" consideran "fascistas" a los que no piensan como ellos, sin darse cuentas de que el fascismo verdadero supuso la apoteosis del intervencionismo estatal. El actual intervensionismo pasa por conceder privilegios a los llamados "campeones nacionales", esto es, las empresas monopolísticas, y dar dinero a los grupos que se consideran "progresistas" o incluso"antisistema".

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