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Agapito Maestre

Una tarde de enero

El discurso de Albiac, pues, se ha convertido en anónimo. Sí, la gente repite sus críticas sin saber el nombre del autor original. Ha conseguido el ideal del poeta.

Hoy paso del actualismo político. Me refugio en la lectura de un libro sobre la actualidad política española. No se puede hacer nada mejor una tarde fría de enero. Leo, leo y leo el nuevo libro de Gabriel Albiac, Contra los políticos, y me quedo prendado de su singular mensaje literario. Ha unido de modo impío, o sea, filosófico, la diatriba callejera contra los políticos al ataque ilustrado que esa misma gente ha recibido de los grandes cínicos franceses post-revolucionarios y de algún otro clásico del pensamiento político. Ha convertido el discurso anónimo por un lado, y la crítica política de autor por otro, contra los políticos profesionales en materia de gran literatura.

El libro tiene aún un valor más importante. Creo que lo recogido por Albiac en la calle y la academia se lo ha devuelto con creces, transformado y recreado, a sus primigenios autores. La gloria mayor de la literatura de Albiac está, a mi modo de ver, en que forma ya parte de la literatura anónima española. De esa literatura que se oye en las conversaciones de tabernas y restaurantes, que se predica en los centros académicos, que se relata en los círculos familiares y afectivos sin que nadie sepa quien fue el inventor de lo narrado.

Mucha gente habla de los personajes, asuntos y peripecias que narra Albiac sin saber que transmiten el mensaje de un autor con nombres y apellidos. El discurso de Albiac, pues, se ha convertido en anónimo. Sí, la gente repite sus críticas sin saber el nombre del autor original. Ha conseguido el ideal del poeta: que la gente "recite" sus versos sin saber el nombre del autor. Eso está al alcance de muy pocos, especialmente en la literatura política, pero Albiac lo ha conseguido.

Todos, pues, repetimos en la calle casi de modo obsesivo el gran invento literario de Albiac: Los políticos en general son unos farsantes, y los españoles en particular también son más horrorosamente analfabetos que los europeos. El mensaje del libro es, sí, de taberna, de corrillo de amigos, de redacción de periódico y de vida cotidiana. Mensaje de poesía. De vida. Pero, ay, el estilo del mensaje de Albiac es inimitable. Duro. Firme. Conceptual. Aunque es fácil retener el fondo del mensaje, a saber, los políticos son seres peligrosos para la vida en común, la forma, el estilo de Albiac no se olvidará fácilmente. Su prosa es de trazo riguroso. Prosa precisa. He ahí la principal aportación de esta bellísima obra literaria.

La prueba de mi interpretación está en la página 187 del libro: "Confieso que busqué huir. El día mismo en el cual se culminó el golpe del 11 al 14 de marzo del año 2004. Porque fue un golpe. Y porque supe entonces –sé ahora– quiénes eran –son– sus beneficiarios. Porque a sus ejecutores supe –y sé– que no los identificaremos nunca. Es la gran política –ese arte consumado de la matanza–, las zonas de penumbra son eternas. Y aquel 11-14 de marzo ha sido la mayor jugada de la gran política en la historia contemporánea de España. Quedaba sólo huir –dice Spinoza que huir es honorable cuando la razón nos muestra que todo está perdido–. Lo intenté. No cuajó. Permanezco aquí sólo porque no hallé otro sitio donde poder irme ganando la pitanza. No existe razón noble. Sólo el remordimiento de haber sido lo bastante imbécil para pasar del medio siglo sin un duro en el bolsillo."

Y, sin embargo, Albiac no es un cínico post-revolucionario. Pero eso lo dejo para otra ocasión.

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