Bastante más interesante que el debate, caracterizado por la poca sustancia y la mucha coincidencia, fue esta declaración anterior de Pedro Solbes, admitiendo su error a propósito de la caída del sector inmobiliario: "Ahí entono el mea culpa... nunca pensé en una evolución tan negativa, porque en una situación de alta inversión, bajos tipos de interés y tipo de cambio estable, yo decía: ¿dónde está el problema? Crecía el endeudamiento, pero era para invertir. El país hoy es más rico de lo que era".
Es un disparate concluir que los países se hacen ricos invirtiendo. Es obvio que los países, que no pueden ser distintos de las personas, no se enriquecen invirtiendo sino invirtiendo bien.
En efecto, no todas las inversiones valen, algunas pueden ser equivocadas, y cuantas más inversiones resulten equivocadas, menos se enriquecerán los ciudadanos y la sociedad.
La crucial distinción entre inversiones ilumina el papel de la política, que puede facilitar o dificultar la toma de decisiones acertadas. Por ejemplo, una política monetaria expansiva que rebaje artificialmente los tipos de interés puede llevar a una situación de sobreinversión. Confundidos por el reducido coste del endeudamiento, los agentes afrontarán una dificultad añadida para detectar las inversiones buenas y un incentivo poderoso a endeudarse excesivamente. Una inversión elevada sufragada por una financiación barata es justo lo contrario del idílico escenario que veía Solbes: representa una burbuja cuyo estallido será inevitable y tanto más doloroso como exagerada haya sido la fase alcista.
Asegura el ministro que España es más rica que antes. Sugeriría que les preguntase a los ciudadanos que han invertido mal, estimulados precisamente por aquello que a Solbes le parece bien.
