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Carlos Semprún Maura

"Elections, piège à cons!"

Como el empate (o casi) entre PSOE y PP es la amenaza que anuncian los sondeos, yo espero, con mi consabida mala leche, que UPyD y Ciudadanos tengan un triunfo rotundo

Fue con esa consigna fascistoide, o comunista, que concluyeron las célebres jornadas de mayo y junio de 1968, cuyo 40 aniversario está dando lugar a un derroche de artritis mental y académica. Traduciendo: piége à cons viene a significar "trampa para los imbéciles", o "espejuelo para los cretinos"; y ese rechazo bolchevique de las elecciones democráticas tuvo como resultado una aplastante victoria electoral para De Gaulle.
 
Pero dejemos esos recuerdos franchutes para hablar de hoy y mañana, o sea de nuestras elecciones, que cuando son realmente libres constituyen el acto fundamental de la vida democrática, el momento en el que reyes, presidentes, ministros, millonarios, taxistas, todos y cada uno se convierten en lo mismo, un ciudadanos de a pie. La igualdad absoluta: un hombre (o una mujer), un voto.
 
El viernes 29 de febrero (empezaba a inquietarme) recibí por correo certificado los papeles para el voto por correspondencia de los españoles residentes en el extranjero. Yo ya lo había notado y comentado en privado, pero no recuerdo haberlo escrito nunca, pero resulta que se trata de una broma pesada. De las 37 listas que se presentan al voto, más de 30 son estrafalarias o delirantes. Aparte de los dos grandes partidos que han gobernado o gobiernan (gobierno nacional, autonómico, municipios, etc.), el PP y el PSOE, se presentan malos recuerdos de tiempos pasados, sin presente y aún menos porvenir, como las dos listas opuestas de Falange, Izquierda Unida, un partido carlista, una "Unión por Leganés" (soy consciente de que Leganés es un punto fundamental de la política española, pero esa lista huele más a municipal que a nacional). También tenemos en nuestra sección de frutas y verduras a dos listas verdes: no son "muchos y parió la abuela", sino pocos, pero logran dividirse.
 
En este recuento, que me recuerda el célebre diner de têtes de Jacques Prévert, he notado un tufillo izquierdista que desconocía, pero también ocurre que cuatro (o cuatrocientos) vecinos se reúnan, asomen un momento su hocico, con motivo de alguna elección, y luego desaparezcan. Tenemos así al Partido Solidaridad y Autogestión Internacionalista, al Partido Obrero Socialista Internacionalista (trotskista, no hay confusión posible) a la Lucha Internacionalista, etc. Luego entramos en el delirio más absoluto, que no sé si algo tiene que ver con la cienciología, la masonería o el vudú (y perdón por mezclar cosas tan diferentes). Pero ustedes me dirán lo que significan el Partido Hache, los Ciudadanos en Blanco, la Alternativa en Blanco, Familia y Vida, Por un Mundo Más Justo, Tierra Comunera, etcétera.
 
También se presentan un Partido Antitaurino, "contra el maltrato animal", y hasta un Partido de los No Fumadores. Francamente, ¿en qué mundo vivimos? Probablemente serán menos nocivos que las dos Falanges, capaces de poner una bomba, si te descuidas, o el Partido Comunista de los Pueblos de España, capaz de todo. Yo también soy adversario del maltrato animal, y no me gustan los toros, me parece un espectáculo tan cruel como aburrido, pero ¿qué sentido tiene crear un partido? En cuando a lo de los No Fumadores, lo considero una agresión personal. Los fumadores ya vivimos sometidos a una segregación racista, a un verdadero apartheid, cada vez más injusto: prohibido fumar en las oficinas, en los transportes, en cada vez más cafés y restaurantes, y encima esos fanáticos chalados montan un partido. ¿Para qué? ¿Para esperarnos en las esquinas nocturnas y apalearnos si fumamos en la calle?
 
Me pregunto si todo esto es serio, o mejor dicho, si no perjudica el desarrollo de la verdadera democracia, que exige elecciones libres. Tantas listas folclóricas, absurdas, delirantes, conviertan las elecciones en un pitorreo.
 
He dejado para el final mi comentario sobre los dos nuevos partidos, en absoluto folclóricos ni manicomiales, nacidos de la desilusión producida por el PSOE y de la conciencia de que, efectivamente, España se rompe, digan lo que digan los sociatas en su campaña, y de que nuestra lengua común, el español, está aún más sectariamente perseguida que los fumadores.
 
Yo, como otros, aprecio su firmeza, ya demostrada antes, con ¡Basta Ya!, por ejemplo, contra los estragos del terrorismo etarra y la rendición ante ETA-Batasuna del Gobierno Zapatero. Estoy hablando, claro, de Ciudadanos y de UPyD. Los Ciudadanos tendrán más posibilidades de sacar algún diputado en Cataluña; en cambio, Unión Progreso y Democracia puede, se dice, crear cierta sorpresa en la comunidad madrileña. No tengo un juicio definitivo sobre este nuevo partido, como muchos de mis amigos –los unos a favor, los otros en contra–, pero estas últimas semanas daba la impresión de ser el fruto de los amores incestuosos de la Real Academia de la Lengua y de la Universidad, con el aval de Mario Vargas Llosa, Antonio Muñoz Molina, y bastantes escritores más, y el apoyo activo de catedráticos como Fernando Savater, Antonio Elorza y otros. Eso, evidentemente, no constituye una base electoral sólida: puede seducir a ciertos estudiantes, tal vez, pero se ganan las elecciones con el voto de las amas de casa, de los taxistas, los trabajadores de a pie, como del de los ingenieros, los intelectuales, los comerciantes; en una palabra, con el pueblo español, como ha sabido hacerlo magníficamente Esperanza Aguirre en las autonómicas y como supo hacerlo, las cosas como son, el PSOE en diferentes ocasiones.
 
Pero como el empate (o casi) entre PSOE y PP es la amenaza que anuncian los sondeos, yo espero, con mi consabida mala leche, que UPyD y Ciudadanos tengan un triunfo rotundo a su nivel, que saquen 50, 60 diputados en toda España, o sea que se los quiten al PSOE. Pero no me hago demasiadas ilusiones, como sin ilusión he votado al PP. O mejor dicho, he votado contra ese enano de Zapatero. ¡Basta ya! ¡Que se vayan!

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