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Pedro de Tena

El inmenso amor fraternal del socialismo andaluz

Parece mentira que la derechona fascistona y antiprogre no comprenda que todo se hace por el triunfo de la fraternidad universal, la sociedad sin clases y el paraíso socialista. Así, ya lo verán, no van a ganar nunca.

Fraternidad es una palabra puesta de moda por la Revolución Francesa, pero ya para entonces era un concepto que había superado la frontera biológica (ser hermano de alguien no tiene mérito alguno porque es forzoso e involuntario) para convertirse en social y político. En verdad, "fraternidad" es una idea elaborada por las grandes religiones para contrarrestar el afán predador e individualista de nuestra especie. San Francisco de Asís desarrolló este concepto hasta el paroxismo considerando "hermana" a la propia muerte. Otra herencia de la cristianía de Panniker.

Los socialistas, en sentido general –los "cristianos laicos" como los motejara Nietzsche–, asumieron la idea de fraternidad, a la que visten a menudo de solidaridad sin explicar muy bien de qué estamos hablando, porque una y otra no tienen que ver esencialmente. Mientras la fraternidad es a fondo perdido, la solidaridad debe ser recíproca. Los anarquistas, por ejemplo, lo tenían clarísimo. El propio Bakunin lo expresa rotundamente en Dios y el Estado: "Porque detrás de nosotros está nuestra animalidad y ante nosotros la humanidad, y la luz humana, la única que puede calentarnos e iluminarnos, la única que puede emanciparnos, nos hace dignos, libres, dichosos, y la realización de la fraternidad entre nosotros no está al principio, sino, relativamente a la época en que vive, al fin de la historia." Ese es el fin de la historia: la fraternidad.

Pero una cosa es la fraternidad en sentido político-social, como actitud y comportamiento propio de hermanos –compartir, distribuir, ayudar bienes, derechos, oportunidades–, y otra cosa es la "fraternidad" en otro sentido, como sociedad cerrada, oscura y secreta donde se traman operaciones y se diseñan estrategias. Está claro que, a veces, la fraternidad como elemento de determinada ideología política sirve para esconder esa otra fraternidad, la de la secta, el grupo cerrado, a veces, de la propia familia.

En el PSOE, sobre todo el andaluz (en las demás comunidades debería hacerse el mismo análisis para comprobar si el fenómeno es nacional), esto de la fraternidad está llegando a un punto en el que el hermanismo –y de ahí, hermanísimo–, se está convirtiendo en una plaga. Siempre pensamos que los socialistas patrios, en general, consideraban mala y perniciosa la familia porque, con Engels, la consideraban madre de la propiedad privada, asimismo perversa. Pero, oh sorpresa inesperada, para los socialistas que encabezaron Felipe González y Alfonso Guerra en Suresnes ni la familia ni la propiedad les parecen tan malas. Es más, les parecen bastante buenas.

Felipe González tiene a su familia bien colocada, sobre todo la suya por parte de padre y madre: su hermano Juan Mari y sus hijos, los González Mejía, que incluso tienen caballos como Bono, su hermana Lola y su cuñado, Paco Palomino, con sus hijos, los Palomino González... En fin, familia, fraternidad y propiedades. Y no digamos su jefe Slim, el segundo más rico del mundo mundial. Pero en eso del hermanismo, quien ha pagado el pato ha sido Alfonso Guerra, el probe Arfonso, que jase mucho tiempo que no sale. El caso Juan Guerra fue el símbolo nacional del "hermanísimo", si bien, como Juan Guerra repite siempre a los allegados, lo suyo era ná de ná al lado de los otros "hermanos" socialistas.

Lean algunos casos para demostrarlo. El más actual, el caso de Manuel Chaves, con Leo y Antonio José en el candelabro. Y otros más colocados, hasta cinco. También está ahí Borbolla, Pepote, y sus hermanos, Ángel, el de Cazalla y Pedro, al que metió en la RTVA y ahora pulula por un despacho. Ahí estuvieron los hermanos Recio Arias, Pablo y Pepe, colocados en la Junta y en altar del dinero capitalista próximo al PSOE financiero, el de Solchaga. Ahí están los hermanos Salinas –¡Salinas, qué haces, Salinas!–, uno que cobró a Gil y otro que cobró de Isabel García Marcos. Recordemos a los hermanos Montaner, Jaime y Salvador, entre otros, como los hermanos Manaute, de Miguel Manaute, el que fuera consejero de Agricultura de la Junta andaluza.

¿Descendemos por la escala? Ahí tienen a los hermanos Monteseirín (Alfredo es el alcalde Sevilla), muchos en la Administración Pública y un cuñado que estuvo en la Caja San Fernando, nada menos que de presidente. Ahí está el alcalde de Cádiz, Rafael "Franquito" Román y su hermano, alcalde de Chiclana, y otros hermanos más. Ahí está Pepe Caballos, de Sevilla, y hermanas. Ahí están los hermanos Toscano. Ahí están los hermanos Pérez Royo, Fernando y Javier. Ahí están los hermanos Cervera, el clan Cervera. Ahí están, no se olviden, los hermanos Gracia Navarro, bien situados en la Administración Pública. En Málaga estaban el catedrático del caso Guerra aunque también de Jesús Gil y de Roca, Horacio Oliva, y su hermano Francisco, que fue consejero de Chaves. Los hermanos Torres Vela, también, que no se nos pasen. Los hermanos Perales, por favor, muchos en el psoebre gaditano y andaluz. La familia Pizarro, cuñado incluso. ¿Y Zarrías? No, este no. Es hijo único, pero tiene esposa, sobrinos... Buen sentido familiar asimismo.

Bueno, hay tantos hermanos y tanta fraternidad progresista que la lista se nos rompería por el peso de la consanguinidad y de la propiedad. Es que esto de la fraternidad es algo ideológicamente tan profundo que la mejor manera de demostrar su benemérita función es empezar por la propia familia, practicando su valor y su riqueza moral o de la otra. Parece mentira que la derechona fascistona y antiprogre no comprenda que todo se hace por el triunfo de la fraternidad universal, la sociedad sin clases y el paraíso socialista. Así, ya lo verán, no van a ganar nunca. Y que tengan cuidado, que son intrusos en esta Andalucía fraternal del progresismo porque Andalucía es de los progres. Rememoren lo que le pasó a La Intrusa de Borges, liquidada por dos hermanos que prefirieron la fraternidad a la división que el amor exigía. Ojo.

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