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EDITORIAL

El PSOE se entrega a los nacionalistas

El comportamiento de Rodríguez Zapatero, siempre dispuesto a complacer a los separatistas en todo, es el factor fundamental a la hora de explicar el debilitamiento que sufren el Estado de Derecho y la igualdad de los ciudadanos ante la ley

A primera vista, el incremento de diputados del PSOE tras las elecciones del 9 de marzo parece ubicar a Rodríguez Zapatero en una situación de mayor fuerza frente a los nacionalistas. Esto es especialmente cierto si reparamos en los resultados de Cataluña y el País Vasco, donde los socialistas han aventajado con claridad a los nacionalistas, y donde sus votos, sumados a los obtenidos por el PP, colocan a los separatistas en una posición de clara desventaja respecto a los dos partidos nacionales, a menos que alguno de ellos renuncie a serlo.

Sin embargo, si algo ha marcado la primera legislatura de Rodríguez Zapatero es su afán por pactar siempre contra el PP, con quien fuera y como fuera, y sin pedir nada a cambio. Recordemos que fue precisamente este entreguismo a los nacionalistas lo que impidió que en 1986 el partido liderado entonces por Felipe González alcanzara la presidencia del Gobierno autónomo del País Vasco. En vez de moderar a los nacionalistas, el PSE, que gobernaba la región en coalición con el PNV, adoptó una actitud sumisa que de poco le sirvió, puesto que los socialistas tuvieron que abandonar el Ejecutivo vasco cuando el lehendakari apostó por el acuerdo con ETA, rubricado en el Pacto de Estella, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco.

De nada sirvió tampoco el pacto de gobernabilidad alcanzado en 1996 por José María Aznar con Javier Arzalluz, pues tan pronto como pudo el PNV, un partido que no votó la Constitución de 1978, retornó a su posición intransigente y de ruptura con la legalidad vigente en España de la mano de HB. En este sentido, los primeros cuatro años del PSOE en el poder tras los gobiernos del PP han dado alas a los nacionalistas en su afán por consolidar un sistema político anticonstitucional y discriminador en sus respectivas comunidades autónomas. Éste es el resultado de la política a la contra realizada por los socialistas, que más que construir se han dedicado a una tenaz tarea de derribo del legado de la Transición y del espíritu de concordia que guió a sus protagonistas.

Tras el atentado de ETA del pasado viernes, el PNV, lejos de moderar sus mensajes o asumir la disminución de sus apoyos entre el electorado, ha preferido seguir aferrado al mito de la autodeterminación, como si el País Vasco fuera una colonia, y a presentar sus reivindicaciones en el marco de un supuesto conflicto irreconciliable entre los vascos y España. Así hizo ayer domingo Ibarretxe en su discurso del Aberri Eguna, cuando de forma amenazante lanzó un nuevo desafío a la democracia española. No es de extrañar que cosas así sucedan, pues el PSE ha renunciado una vez más a hacer valer la legitimidad de sus votos y a ofrecer una alternativa al secesionismo de Ibarretxe.

Por desgracia, no parece que los socialistas vayan a modificar sus prácticas, ni siquiera cuando dependen menos de los nacionalistas para alcanzar el Gobierno de la nación. El comportamiento de Rodríguez Zapatero, siempre dispuesto a complacer a los separatistas en todo, es el factor fundamental a la hora de explicar el debilitamiento que sufren el Estado de Derecho y la igualdad de los ciudadanos ante la ley a manos de quienes nunca creyeron en ellos. En este sentido, las últimas manifestaciones de los líderes del PSE hacen realidad el peor de los augurios: los socialistas seguirán cediendo y alimentando el separatismo con tal de seguir arrinconando a un PP que sin embargo ha reducido su distancia con ellos. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el PSOE?

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