Menú
EDITORIAL

Zapatero o la deriva sin tregua

A Zapatero sólo le importa el poder, y por conservarlo no hay "condición" ni "límite" que valga.

Visto el nihilismo gobernante en la primera legislatura de Zapatero, a nadie debería sorprender a estas alturas que el PSOE se disponga a mantener un diálogo "sin ningún tipo de condición previa ni límites" con el PNV, tal y como ha anunciado el secretario de Organización socialista, José Blanco, de cara a la ronda de contactos que van a tener lugar para la constitución de las Cortes y la investidura del jefe del Ejecutivo.

Que los socialistas se dejen de disimulos y busquen un acuerdo como sea con una formación abiertamente secesionista –la principal de las que firmaron con ETA el Pacto de Estella– es de agradecer, aunque sólo sea para hacer caer del guindo a quienes creen que hay un PNV "moderado" o que con Zapatero es posible un retorno del PSOE a la fidelidad constitucional o al espíritu y la letra del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo.

Que Zapatero no se dispone a otra cosa que a culminar la tarea de disolución nacional y constitucional iniciada en la primera legislatura debería resultar tan evidente como el precio soberanista que le exigen sus socios nacionalistas en el frente anti-PP.

El trasvase de votantes nacionalistas que ha permitido al PSOE compensar en estas elecciones la silenciada pérdida de cientos de miles de votantes arrepentidos con su deriva nacionalista está haciendo caer a algunos en la ilusión de un debilitamiento de los postulados nacionalistas. Todo lo contrario. No vamos a negar, evidentemente, el carácter "izquierdista" de formaciones como Izquierda Unida o Esquerra Republicana. Pero que nadie se llame a engaño. Si hay cientos de miles de votantes de ERC, IU –y también del PNV– que han votado en auxilio de Zapatero no ha sido por perpetuar su izquierdismo sino su inherente política de cesión ante el nacionalismo.

En esa senda suicida a largo plazo, pero rentable en el corto, pretende proseguir Zapatero, y ya habrá tiempo para disimulos, como los que serán inevitables para maquillar los planes soberanistas de Ibarretxe como si de una reforma estatutaria, acorde con la Constitución, se tratara.

Dijimos en su día que la única virtud que todavía conservan los planes soberanistas del nacionalismo vasco es su indisimulada voluntad de violar la legalidad vigente. Esa claridad, sin embargo, se tornara en engaño en el mismo momento en que el PSOE le brinde su complicidad, a cambio de la estabilidad del Gobierno. A Zapatero sólo le importa el poder, y por conservarlo no hay "condición" ni "límite" que valga.

En España

    0
    comentarios