Menú
José Enrique Rosendo

¿Hacia dónde va la locomotora?

Criticar el islam es fomentar el odio. Lo de Marina con los católicos, en cambio, es pura modernidad.

Resulta que no es la economía, sino la Iglesia Católica, la que está en declive. Al menos ese es el parecer de Marina, ese ideólogo doméstico y domesticador que ilumina las noches intelectuales de Zapatero, que no deben ser muchas. En cambio el islam es otra cosa. Ahí tenemos a la Unión Europea, todo nervio y agilidad para tantos asuntos, rechazando una película en la que un diputado holandés expresa su particular punto de vista sobre esa religión. Criticar el islam es fomentar el odio. Lo de Marina con los católicos, en cambio, es pura modernidad.

A los pensadores españoles de buche satisfecho les preocupa poco la ética de la libertad y menos aún la preservación de la igualdad jurídica de los españoles. En cambio participan de la creencia de que es el Estado, como en Esparta, como en la Alemania nazi, quien tiene que educar a los hijos del pueblo, porque el Estado sabe mejor que nadie, sabe mucho mejor que los propios padres cuya única función social parece reducida a procrear y alimentar a la prole, lo que le conviene a cada ciudadano y lo que está bien o mal.

El intervencionismo en la esfera de lo privado es una marea incesante, un auténtico chapapote, que contamina a nuestra sociedad, que la adormece, por medio de nanas estatutarias, educación ciudadana para el socialismo y ensoñaciones de la subvención. La libertad se ha convertido en sinónimo de egoísmo y atraso. Y la libertad de conciencia, cuando es la que no conviene al pensamiento único, en una actitud sospechosa y casi delictiva.

El escandaloso e insaciable incremento de los funcionarios como una casta privilegiada, la proliferación de todo tipo de reglamentaciones sobre lo que pueden o no hacer los ciudadanos y en particular los emprendedores, el abuso de la fiscalidad con el consiguiente resultado del despilfarro –ahí tenemos Clandestinos como ejemplo clamoroso de la utilidad de nuestros impuestos–, va configurando poco a poco pero inexorablemente una tendencia hacia una sociedad con alas de plomo. También en lo económico.

Sin embargo esos pensadores españoles de buche satisfecho no reflexionan sobre la ética en la política. Por ejemplo, sobre el derecho de los ciudadanos a ser representados por personas que no mientan. La pasada campaña electoral ha sido un monumental entierro de la verdad: no hay más que ver el deterioro de la coyuntura económica apenas se recontaron los últimos votos. Y no dirán ustedes que mentir sobre la economía, es decir, sobre nuestro propio sustento cotidiano, carece de importancia.

Mientras tanto, el PP de vacaciones: agotado, alicaído, ensimismado como en los villancicos de amores dolidos de Juan del Encina. Aunque eso no sea lo peor. Lo trágico es que los populares no tienen una idea cabal y de conjunto de hacia dónde tiene que ir la locomotora, que eso es terreno vedado en el que únicamente puede enseñorearse el progrevoguesismo. Al centro derecha político le basta, simplemente, con que la velocidad no sea temeraria. Nos lleve donde nos lleve. O casi.

En Sociedad

    0
    comentarios