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Juan Carlos Girauta

Un incendio de agua

Han descubierto los políticos un uso del agua que había escapado a los especialistas: el uso incendiario, nacido con la fulminante derogación del PHN por Zapatero e ilustrado por la ominosa exclamación de Maragall, que aún resuena: ¡Ni una gota...!

No hablaré de Arde el mar, el poemario de Gimferrer. Se trata de otro tipo de incendio y de un agua más dulce. Además de persistente misterio para la ciencia, el agua ha sido el mayor problema de esta parte del mundo que se ha llamado I-spn-ya, que se ha llamado Hispania, que aún llamamos España. Se distribuye con tal desequilibrio que es la aridez, por encima de todo, la que instiga de antiguo la acción del hombre, cuya supervivencia y progreso han dependido de su capacidad de canalizar, embalsar, trasvasar.

Joaquín Melgarejo dirigió hace años, en la Universidad de Alicante, un curso de doctorado sobre "Los usos del agua en la historia de España". Las aportaciones de los especialistas participantes se recogieron en la obra monográfica El agua en la historia de España, que es preciso leer. El escaso recurso resulta determinante para la estructura económica de cada zona. Y entraña un gran potencial de conflicto. El agua está en el núcleo de las más importantes decisiones. Es triste que sólo hayan aprendido esta lección los que quieren que España deje de existir.

De la complejidad de la hidráulica andalusí a la "gran hidráulica" moderna, pasando por los sistemas de riego tradicionales, todo avance, toda solución jurídica y tecnológica se va planteando como una forma adaptativa de capear con la escasez, acicate de la innovación.

El origen de la política hidráulica estatal del siglo XX está el regeneracionismo, en su exigencia de soluciones estables y estructurales a las autoridades centrales. Desde la fundación de las viejas confederaciones hidrográficas hasta el momento presente, destacan las llamadas a la planificación. A la planificación centralizada.

Necesitada hoy España de articular soluciones a largo plazo, parecería el momento oportuno para que los especialistas ilustraran a una sociedad enferma consignas y demagogia estomagante. Conocer las implicaciones del problema y reconocer su estrecha relación con la economía, con los ámbitos social, jurídico y político, enriquecería el debate, lo extirparía de la paupérrima pancarta, del grito insolidario.

En vez de eso, nuestros gobernantes prefieren la oscuridad, lo que puede interpretarse como el deseo de ocultar recientes decisiones que son resultado del chantaje, de la improvisación, de la calculada siembra de rencores y de la creciente incapacidad de nuestra clase política para pensar en términos de conjunto, de interés general de España.

Han descubierto los políticos un uso del agua que había escapado a los especialistas: el uso incendiario, nacido con la fulminante derogación del PHN por Zapatero e ilustrado por la ominosa exclamación de Maragall, que aún resuena: ¡Ni una gota...!

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