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Amando de Miguel

El misterio de la palabra buscada

Sigo maravillándome de la capacidad expresiva que tiene el habla española para calificar a las personas molestas. En cambio, me parece que hay pocas palabras para etiquetar a las que ayudan de forma decidida. ¿Son más las unas que las otras?

Continúa el concurso de ideas para calificar a la persona que molesta sistemáticamente a las demás. Lucas (originario de Alaejos, Valladolid) recuerda incordión. No me parece mal. Originariamente, el incordio es un golondrino o grano de pus que aparece en el sobaco o en la ingle. Se comprende lo molesto que tiene que ser.

Antonio Fabregues sugiere también incordio o incordión, pero se queda con tocapelotas o cansino.

Jaime Álvarez de las Asturias apunta otra etiqueta: chinche o chinchoso. Se me ocurre una variante oída en San Sebastián: chinchorrero.

Andrés Tavera Hurtado (Buenaventura, Colombia) es quien propuso cansón para designar a la persona sistemáticamente molesta.

Sigo maravillándome de la capacidad expresiva que tiene el habla española para calificar a las personas molestas. En cambio, me parece que hay pocas palabras para etiquetar a las que ayudan de forma decidida. ¿Son más las unas que las otras? En la vida corriente, la habilidad para salir adelante consiste en evitar a los cansones, chinchorreros, tocapelotas o incordiones, procurando relacionarse con las personas que resuelven los problemas o ayudan a resolverlos. Esos últimos son para mí los verdaderos ángeles. Los conozco en cuanto hablo dos palabras con ellos.

José Enrique Guillén Jiménez especula que la palabra "capitalista", aplicada a los profesionales que sacan a hombros a los toreros, quizá se derive de caput (= cabeza). Es demasiado bonito para ser cierto.

En cuanto a la palabra para designar a la persona que molesta sistemáticamente a los demás, don José Enrique propone porculero, sin que se asocie con ninguna conducta sexual.

Valentín Rubio Domínguez recuerda unos versos de Marquina en los que se introduce la expresión "torcida espada". Comenta: "No creo que se refiriese a que no estuviera derecha. ¿Podría referirse a la guarnición de la empuñadura que podría ir adornada, reforzada o mejorando el agarre torzal de alambres de latón?". Pudiera ser, pero no sé contestar a la pregunta. Francisco Marcos-Marín opina que se trata de una licencia literaria, aludiendo quizá a que fuera un alfanje. Espero que algún libertario ducho en armas nos aclare la duda.

Ante mi reto de lo pesaroso que es escandir versos con la palabra España, León Zeldís (Israel) me envía un par de estupendos cuartetos:

El reto de don Amando
es buscarle rima a España
No tengo a mano guadaña
Mas estoy aún buscando

Ni descortés ni con saña
Y sin saber cómo y cuándo
Escucho su voz de mando
Y escribo esta pobre hazaña

Pero vean cómo se demuestra mi tesis. Nada menos que el inspirado don León ha tenido que rimar "España" con "guadaña" y con "saña". No son imágenes precisamente relajantes, sino afrentosas o amenazantes; igual que legaña, patraña, cucaña, migraña, artimaña, extraña, entre otras. Ya es curioso que el gentilicio España no encuentre parientes en otros terminados en –aña. Por lo mismo, español apenas reconoce más rima en los gentilicios que mongol.

Fernando Herreros se apunta al arte de versificar para demostrar que no tengo razón con la difícil rima de "España" y "español". Me envía estos dos salerosos pareados:

Para recuperar España

Mariano, dales caña.

Para salvar el español,
desmontemos el guiñol.

Se demuestra lo que yo decía, que las rimas con "España" y "español" se llenan de voces despreciativas. "Dar caña" equivale a incordiar.

Alfonso Andrade Ortega me proporciona una buena fórmula para distinguir los tres conceptos de eficacia, efectividad y eficiente. Es así: "Eficacía [con acento en la <i>] = la teoría.; efectividad = la realidad; eficiente = lo que quiere el gerente".

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